Los que aman, odian

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

APUESTAS QUE FALLAN

No se puede negar que hay apuestas en Los que aman, odian, y que esas apuestas la distinguen por encima del resto de un cine comercial argentino que se muere de previsibilidad. La película de Alejandro Maci se pretende masiva y popular, pero lo hace sobre la base de un tipo de relato que no suele tener anclaje emocional en el público argentino que consume cine argentino: ni hay una mirada urgente sobre una realidad circundante como puede ser en el Trapero post Carancho, ni una reflexión sobre el “así somos” a lo Campanella, ni un entretenimiento canchero y efectista a lo Szifrón. Los que aman, odian es una propuesta casi huérfana, la adaptación de un libro de Silvina Ocampo y Bioy Casares que juega con el policial clásico y que desde su propia esencia (un grupo de personajes casi que encerrados entre las paredes de un hotel) le pide más al espectador que confíe y se involucre en sus trucos que lo que le da a cambio. Claro, hablamos de apuestas y una película es mucho más que eso que se intenta: también exige resultados y en este caso del debe es bastante grande.

Apuestas hay también por parte de Guillermo Francella y Luisana Lopilato, una pareja que se aleja de sus personajes habituales para buscar nuevos horizontes: Francella limitando aún más su galería gestual en un personaje entre obsesivo y patético, y Lopilato construyendo una suerte de femme fatale alejada de la imagen más naif que siempre ha proyectado. Y ya sea por sus propias limitaciones (a él se lo nota demasiado envarado) o por personajes trazados de manera lineal (ella no puede mucho con esa criatura histérica y superficial), los resultados también por el lado de las actuaciones son bastante fallidos. De hecho, el resto del elenco sufre cierta imposición lúdica de jugar al policial clásico, entre líneas de diálogo demasiado marcadas y artificiales.

Los que aman, odian es un relato dividido en dos partes. En la primera y más extensa, se sigue la llegada de los personajes a un hotel anclado entre los médanos: un médico que huye de algo, la mujer de la que parece estar huyendo -su obsesión-, la hermana de ésta y su novio. Y hay más. Lo que el relato debería haber sido durante esa hora larga es un retrato satírico de cierta burguesía ilustrada de los 40’s, y sus costumbres de descanso en la costa atlántica. Pero a cambio, la película parece concentrarse exclusivamente en el juego de pasiones que despierta la inquieta Mary, en cómo seduce y repele. Digamos que a Maci le corresponde, como guionista y director, hacer el recorte y la reescritura de la novela original que le parezca. El problema de la película es que por un lado resulta excesivamente redundante y poco sutil (los comportamientos de sus criaturas son bastante ridículos por momentos), y que tampoco logra hacer de eso que le pasa a los protagonistas algo decididamente interesante.

El giro del film se da con un crimen, y allí el relato ingresa en la estructura del whodunit a lo Agatha Christie: un personaje muere y hay varios sospechosos. La presencia de lo genérico no es del todo lograda, pero al menos moviliza una trama que comenzaba a estancarse sistemáticamente. Claro que si hay un misterio y un par de personajes de los cuales dudar, el mayor problema que arrastra Los que aman, odian es esa primera parte donde nada interesa demasiado. Por eso, que ni preocupa la muerte de un personaje ni tampoco intriga descubrir al asesino: esta todo construido de manera tan forzada que la historia se vuelve anodina.

Sobrevuela entonces la idea de que Los que aman, odian es una película de excesivo diseño: hay un diseño de producción bastante atendible, la película es bella visualmente (más allá de ciertos rasgos televisivos en la puesta en escena), pero también se da una construcción que de tan pensada se vuelve artificial, donde la autoconciencia no termina de convertirse en un rasgo positivo y atenta contra la reescritura del policial clásico. Así como en esa primera hora se recrean ciertos hábitos burgueses sin mayor profundidad o análisis (se los muestra, se los actúa, pero se los interpela poco), esa misma recreación es la que se hace con los códigos del policial británico o el noir americano en la última media hora (se podría decir que la primera parte es noir, y la segunda un whodunit tradicional). Los que aman, odian es casi una fiesta de disfraces donde cada intérprete cumple un rol con esfuerzo, con responsabilidad, con profesionalismo, pero sin la posibilidad de hacer de eso algo real, algo que vibre. Una apuesta fallida, definitivamente.