Los tiempos del policial exquisito
Buena factura, valiosas actuaciones, lindos personajes, atrapante novela, inteligente adaptación, final polémico. Así puede sintetizarse esta obra, basada en una intriga policial que escribió hace años un matrimonio exquisito, el de Bioy Casares y Silvina Ocampo. Quien la filmó también es un exquisito: Alejandro Maci. Que ya había adaptado a Ocampo en cine ("El impostor"), teatro ("Invenciones") y televisión ("Anillo de humo"). Como para estar más en clima, todos los interiores que simulan ser del hotel donde transcurre la historia los rodó en la mismísima Villa Ocampo. Los exteriores, en cambio, son digitales. No existen hoy, aunque alguna vez hubo, lugares como ese en las playas de Ostende. Y veraneantes como esos, cuando veranear todavía era un lujo para pocos.
La adaptación de Maci y su habitual socia Esther Feldman tiene lógicos cambios. Anticipamos solo cuatro: el chico se lleva bien con el médico, el barco encallado es un mero bote, para lo cual hay una buena razón; la frase del título parece dedicada a otra pareja y, sobre todo, se inserta una historia pasional que amplía la lista de sospechosos y el número de espectadores potenciales: mucha gente irá al cine solo para ver las escenas de Guillermo Francella con Luisana Lopilato, que interpreta muy bien a una perversa manejadora.
Dignos de ver también los trabajos de Justina Bustos, Marilú Marini (que casualmente protagonizó "Invenciones"), Mario Alarcón, Gonzalo Urtizberea, Mercedes Alfonsín, directora de arte, Julián Apezteguía, director de fotografía, Beatriz Di Benedetto, vestuarista, y demás miembros del equipo. Música, Nicolás Sorín, con algo de radionovela de otros tiempos, como corresponde (spoiler: el plano del desnudo en la penumbra es de una doble de cuerpo).