Terror fantástico, horror social
El cine de género argentino sigue produciendo obras memorables. Con Aterrados (2017) y Muere, monstruo, muere (2018) a la cabeza, las películas nacionales de terror están pisando más fuerte que nunca. Todo esto se debe gracias a la autenticidad de sus historias, las cuales no pretenden emular escenarios hollywoodenses, si no que se construyen desde la propia identidad, con locaciones y ambientes que nos resultan cercanos. Los que vuelven (2019) toma el guante y se coloca bien en lo alto: es una de las mejores películas argentinas de género de los últimos años.
Laura Casabé (El hada buena: Una fábula peronista) da un salto en su filmografía. Si bien La valija de Benavidez (2016) resultó atractiva y novedosa desde lo visual, en Los que vuelven el éxito se tiene que escribir con mayúsculas. Una película poderosa, atrapante y reflexiva. Una obra que te involucra, capaz de combinar un relato fantástico junto con la exposición de una sociedad patriarcal. El guion, coescrito por la directora junto a Paulo Soria y Lisandro Bera, es un acierto desde la estructura planteada (a través de capítulos), burlándose de la temporalidad y preocupándose por la cadena de hechos: las causas y las consecuencias.
Ambientada en una Misiones en plena época feudal, el largometraje nos adentra en el mito de la Iguazú, espíritu invocado por Julia con el fin de que su hijo, nacido sin vida, resucite. A partir de allí, todo lo que sucede resulta extraño, terrorífico e impredecible. Una maldición comienza a azotar este lugar: los muertos del pasado regresan en busca de venganza.
Tanto la música, compuesta por Leonardo Martinelli, como los silencios son elementos utilizados de forma tal que la tensión se apodera de nuestros sentidos. El vestuario, desde los primeros minutos, ya nos indica que estamos en presencia de una película de época. La primera escena ya prepara el terreno para una historia atemorizante. Y así, gracias a un reparto solido encabezado por María Soldi (Mi obra maestra), Alberto Ajaka (Lobos), Lali González (El jugador) y Javier Drolas (Las buenas intenciones), nos sumergimos en una ficción que no nos suelta.
El triunfo de la sugestión, de la sutileza, se hace presente para darnos una de las películas de terror más comprometidas de los últimos tiempos, donde lo fantástico se combina con la responsabilidad histórica y social.