Hay muchas fortalezas para destacar en esta película independiente argentina que utiliza con imaginación códigos y recursos del cine de terror y el gore para contar una historia cruzada por las desigualdades sociales, el machismo, la ambición y los abusos de poder.
Laura Casabé despliega a lo largo de 90 minutos cargados de una tensión que no afloja una cantidad generosa de buenas ideas visuales y sonoras que le permiten aprovechar al máximo un paisaje exuberante y sugestivo, el de la selva misionera. También consigue el desempeño impecable de un elenco que le aporta diversos matices a un cuento sombrío ambientado en los años 20 y estructurado en tres partes que no se ajustan a una cronología convencional pero sí funcionan muy aceitadamente en términos dramáticos, dosificando información y revelando enigmas con buen timing para sostener el interés del espectador.
En el territorio despiadado y salvaje de Los que vuelven, las mujeres parecen destinadas a sufrir en silencio. Sin embargo, será la potencia de una antigua mitología guaraní que gira en torno a los poderes de una deidad femenina -la Iguazú, cuya invocación, se nos advierte como prólogo, siempre es peligrosa- la que cambie por completo esa lógica y propicie el regreso de los muertos para saldar las cuentas pendientes de los creadores de un mundo tan brutal como la sangrienta venganza que finalmente se desata en este relato oscuro y fantástico.