Diferencias de clase, machismo, mitos, tradiciones y leyendas ligadas a los pueblos originarios... Bajo un envoltorio de cine de género (y aquí se coquetea con varios), Laura Casabé (La valija de Benavídez) construye una mirada de fuerte espíritu político. No hay bajadas de línea desde lo discursivo, pero las injusticias y la violencia están por momentos en el trasfondo y en otros directamente en primer plano.
Del melodrama familiar de tintes históricos (transcurre en una plantación de yerba durante la década de 1920) a explosiones gore muy cerca del final, Los que vuelven -basada en el cortometraje La vuelta del malón (2010), de la propia Casabé- narra con impronta feminista una dura historia con eje en la maternidad que luego apela a elementos del orden de lo fantástico y lo sobrenatural. Hay fantasmas y muertos vivientes (la directora habló del legado del cine de George A. Romero) para ir de lo telúrico al horror.
La sufrida heroína de este relato estructurado en tres episodios (La pesadilla de Julia, El secreto de Kerana y Vuelven) es Julia (María Soldi), quien no está dispuesta a perder un embarazo más y apela a los poderes mágicos de la Iguazú, que acepta sus ruegos y le devuelve la vida a su bebé que había nacido muerto. Claro que, según las creencias de esos parajes misioneros (impresionantes las cascadas de las cataratas y la selva de fondo), el costo de ese milagro puede ser demasiado difícil de sobrellevar.
Julia está casada con Mariano (Alberto Ajaka), un poderoso patrón de estancia que se maneja con mano dura e impunidad. Es el exponente de una sociedad machista y en la que impera la explotación del más débil (en este caso los trabajadores de origen guaraní). Más allá de algunos pasajes que lucen un poco recargados y forzados en sus resoluciones y de varios actores de relieve (Javier Drolas, Edgardo Castro, Cristian Salguero) no del todo aprovechados con papeles bastante esquemáticos, Los que vuelven tiene un alto vuelo visual (valioso aporte del DF Leonardo Hermo) y ciertas secuencias de indudable maestría formal y potencia dramática que la convierten en una bienvenida rara avis dentro del cine argentino reciente.