Laura Casabé dirigió su primer largometraje autofinanciado El Hada buena, una fábula peronista en 2009 (luego de varios años de idas y vueltas para poder finalizarlo) y en el 2016 con el apoyo del INCAA filmó La valija de Benavidez, alcanzando ese camino virtuoso de los directores independientes que llegan a las salas de cine comerciales (además de Netflix). En el medio, entre delirios de la Plop!, hizo un cortometraje que fue galardonado en sendos festivales: La vuelta del Malón, una suerte de mezcla del cine de zombies con las cuestiones de la otredad indígena. Ese corto, basado en la obra de Angel de La Valle de 1892 se siguió gestando en la cabeza de la directora, lo que nos trae a Los que vuelven.
América del Sur, 1919. Los guaraníes fueron asesinados, desterrados o reducidos a servidumbre. Julia, esposa de Mariano, un terrateniente yerbatero, concibe a su tercer hijo muerto. Desesperada, le ruega a Kerana, su criada indígena, que lo traiga de vuelta a la vida. La criatura vuelve. Pero no vuelve sola.
La cuestión de género siempre está presente en la obra de Casabé, así que leyendo la sinopsis por arriba entenderíamos que el largometraje mantiene las bases del corto que vio nacer la idea: un abrazo (manteniendo distancia social hoy) con el cine de George Romero, con muertos volviendo a la vida para representar una idea política específica escondida entre los intersticios del género fantástico. Un clásico de cada década, desde la guerra fría, hasta la era de la sobre-información. Pero es un poco más que eso… Los que vuelven discute sobre la otredad, sobre la idea del indígena como servidumbre, la barbarie contra la civilización, el rol de la mujer, la concentración del poder en pocos, la xenofobia, y el miedo a perder a quienes más amamos.
¿Hay zombies? Sí, más en línea con White Zombie que con lo propuesto por Romero; no hay un chamán que convoque a estas almas, podría ser una diosa o directamente la Madre Tierra. Pero esa es la excusa argumental, la razón por la que los indios comienzan a emigrar de los campos de yerba hacia la profundidad de la selva, el miedo primigenio a vientos de cambios que ven que se avecinan. Y claro, los terratenientes blancos y heterosexuales no quieren perder a sus sirvientes, aquellos que hacen el trabajo real.
Y hay una mujer deseseperada, Julia (María Soldi), que tiene un hijo pero ve truncada la posibilidad de tener un segundo. Y ante la tragedia de otro hijo no-nato decide refugiarse en la magia, trayendo consecuencias devastadoras para su círculo. A destacar el trabajo de actuación con figuras no tan reconocibles de primera mano, pero con mucha experiencia y oficio que acompañan y potencian el relato, haciéndonos sentir que hay verdad en lo que se cuenta. Y la selva, ese espacio que se termina convirtiendo en un protagonista más.
Como todo inconsciente colectivo, hay una suerte de hilo rojo invisible que va uniendo obras contemporáneas, y Los que vuelven tiene un hipervínculo con Las Furias, película de Tamae Garateguy que abordaba temas muy similares en diferentes épocas. Y no sorprende que esas voces, esa necesidad de traer desde los márgenes temas como el rol de la mujer, los lugares de privilegios de los hombres heterosexuales y blancos, la persecución histórica a los pueblos originarios, la decisión de la mujer sobre la maternidad, y otros temas que se encuentran en discusión en la agenda actual venga de dos mujeres con fuerza y algunos largometrajes encima como directoras.
Porqué tanto en cultura como en la sociedad, todo cine también es político.