Cuidado con lo que deseas.
Si en otros tiempos evangelizar implicaba imponer una creencia sobre otra, aunque con jerarquías diferentes en base al discurso de dominación, en la nueva película dirigida por la directora Laura Casabé, Los que vuelven, las creencias se afincan no sólo en una desigual relación de poder sino además en la dependencia ante fenómenos que exceden el control de los personajes.
Así, el valor intrínseco de una leyenda y de cierta idea mágica para traer al plano terrenal a los muertos entra en tensión con un relato de terror clásico, donde la culpa y la expiación se tensan en la cuerda endeble que separa la razón de la locura.
La locura que se expresa en este caso de maneras violentas remite a aquellas manifestaciones desatadas en escenarios selváticos cuando el principio dialéctico entre civilización y salvajismo encontraban el espacio orgánico justo en ese inhóspito teatro de la crueldad, también llamado naturaleza.
La idea de haber llevado a la extensión de la selva misionera esta historia donde el rol de la mujer de principios de siglo se ve sumamente opacado por el reinado de los hombres, no sólo dueños de la tierra y de los mensúes que alteran el equilibrio de la vegetación, resulta más que acertada teniendo presente el peso de la traición por un lado y de la tradición por el otro. Como si se tratase de reflejar un doble juego de venganza y redención en un espejo aumentado por el exotismo del paisaje y la fuerza de la hostilidad de la naturaleza.
Otro detalle no menor es haber elegido una ruptura del tiempo cronológico del relato con fines dramáticos y para favorecer la construcción de los micro universos en el que cada personaje crece exponencialmente.
Al igual que ocurriera con La valija de Benavídez (2016) los postulados del género dicen presente y se acomodan -estructuralmente hablando- en otras ideas no necesariamente relacionadas al género para hacer de la mixtura el mejor puente entre realidad y no realidad, aspecto que hace de la introducción de elementos fantásticos su mejor aliado porque el elenco (María Soldi, Alberto Ajaka, Lali González, entre otros) sabe acompañar tanto en los climas como en los momentos de anticlímax.
Sangre, culpa, revisionismo, maternidad, deseo, desde la ambigüedad de la locura explotan en esta película perturbadora y atrapante que merece reconocimiento por partida doble: en lo técnico y en lo estético.