El argumento de esta nueva propuesta de Laura Casabe, se ubica en los inicios del siglo XX en la selva misionera. Allí la protagonista, Julia, luego de que su hijo naciera muerto ruega a La Iguazú para que le devuelva la vida a ese niño muerto sin ver el mundo. La súplica se hará realidad, pero el costo por ello será la furia del mal y la tragedia.
Podríamos pensar, o esperar que se desarrollara con la narrativa mítica de los relatos de terror o mitos populares de la Mesopotamia, y tiene algo de ese espíritu pero la estructura fragmentaria y no cronológica la complejizan alejándola del relato estructural clásico. Hay un espíritu que flota en el filme en cuanto a la estética de la leyenda, como narración histórica y fundante. A la vez que claves discursivas de un relato más contemporáneo buscan dar pie en el formato estructural del filme.
El fantástico es un territorio que a la realizadora le genera interés. Ella expresa una búsqueda personal por encontrar procedimientos, temas y formas audiovisuales que le permitan generar climas de desplazamiento de lo real hacia lugares más perturbados, subjetivados e indefinidos en su forma real o no real.
En La valija de Benavidez la sangre y la violencia no eran moneda de cambio, aquí, en Los que vuelven la narración está teñida de crueldad, de una violencia más explícita visualmente. Describe las reglas de un mundo salvaje y abusivo sobre los más débiles, narrado de forma estilizada en la geografía del género del terror.
El personaje protagónico, Julia, encarnada por María Soldi se presenta solvente en su desempeño, expresiva sin caer en obviedades. Ella carga la mochila del relato sobre sus hombros de principio a fin y lo hace con gran entereza.
La selva es una protagonista indiscutible, y la plástica del filme se sostiene como expresiva y atrayente gracias a la labor fotográfica de la película y su despliegue de colores, encuadres y uso del campo focal y la perspectiva.
El otro lado de la trama es la asociación, buscada, con una idea de terror más de corte social, como entrando en el terreno de lo simbólico en cuanto a la propuesta de género del relato.
Por Victoria Leven