Sin miedo al ridículo
Esta tragicomedia absolutamente audaz y desquiciada sobre personajes border retoma una obra de teatro que el propio Qulici había montado con estos mismos actores (todos impecables) y buscó darle una dinámica cinematográfica.
El punto de partida es el reencuentro de seis amigos en una casa de campo. A partir de ese planteo, el director va narrando distintos momentos -situaciones casi siempre extremas, con momentos absurdos y hasta perversos- de cada uno de estos personajes dominados por la angustia, los traumas y la insatisfacción.
Quilici consigue algunas escenas (que son como pequeños cortos autónomos) donde afloran su capacidad para los diálogos siempre descarnados y para vistosas puestas de cámara. En otras, en cambio, cede a cierta crueldad y patetismo a-lo-Todd Solondz que pueden irritar a más de uno. De todas maneras, aún con sus desniveles, estamos ante una película provocadora e inquietante y ante un director con talento y sin miedo al ridículo.