En teatro, todo cerraba mejor
Luciano Quilici traslada al cine una de sus obras, "Los quiero a todos", que se dio en 2009 en el Beckett Teatro. Lo hace prácticamente con el mismo elenco, que vuelve a lucirse, y con el mismo diseñador de la escenografía, Mauro do Porto, ahora como director de arte. Pero el resultado no es igual.
La diferencia estaría en la extensión de la puesta, que parece haber aumentado sumando tiempos muertos, y en la chatura del entorno visual. Mientras en el escenario unas imágenes de fondo producían cierta novedad, acá el fondo y el entorno son siempre apagados, a tono con los personajes. Que para colmo son unos aburridos que se reúnen a charlar pavadas en una gris casa de campo un día frío y nublado. Interesante, en cambio, resulta la ocasional intromisión de anécdotas, cuentos y argumentos que algunos personajes parecen vivir en otros lugares, y en ciertos casos resultan ser sólo narraciones en reunión de grupo (en otros casos, la verdad es que no se sabe a título de qué aparecen, ni cómo siguen, pero a veces ayudan a entretener al público).
Se mantiene la idea original de la obra: mostrar la vacuidad de una generación apagada, de poco espíritu aunque de muchas ínfulas y vocación de trauma. Hay algo que va camino hacia Michelangelo Antonioni en esa mirada, y hace que le prestemos atención. Además, el elenco es parejamente respetable