¿Por qué la recomendamos?: Se trata de un documental tan fascinante como atípico, recién estrenado en Vimeo On demand. Está protagonizado por dos perros: Fútbol y Chola. Con una fotografía muy cuidada, las pacientes cámaras de Bettina Perut e Iván Osnovikoff registraron sus días como cuadrúpedos habitantes del skatepark Los Reyes, el más antiguo de Santiago de Chile.
Los verdaderos monarcas del lugar son estos dos seres peludos que pasan sus días jugando con pelotas, ladrándoles a los burros, caballos y motos que pasan por ahí, y escuchando con perruna atención las historias tragicómicas de los skaters.
A los amantes de los perros sin dudas les encantará esta película, pero no hace falta ser un perrómano para disfrutarla. Aunque viven en una gran ciudad, la vida de estos canes transcurre con la misma placidez que si estuvieran en un pequeño pueblito. Todas sus actividades suceden en los alrededores de la pista de skate ubicada en el medio del parque: es una suerte de pileta seca, con bordes irregulares para que los jóvenes en patineta puedan hacer sus piruetas, rodeada por césped y árboles. Un entorno ideal para las andanzas de estos dos amigos del alma.
Fútbol y Chola no hacen nada extraordinario. Sólo son. Pero Perut y Osnovikoff logran construir una suerte de progresión dramática simplemente intercalando la cotidianidad de los dos perros con las conversaciones entre los skaters, los únicos diálogos que hay en la película. Así, mientras Chola tiene una pelotita de tenis en la boca y Fútbol le ladra para que la suelte, o los dos dormitan en el pasto, las voces de los adolescentes -en un fascinante argot- pintan un retrato social de la clase baja santiaguina.
Sin ser perros de publicidad ni tampoco dar lástima por su vida callejera, esta pareja canina se gana nuestro amor por su compañerismo y su paz interior, esa especie de sabiduría existencial que poseen tantos animales. Sus micro aventuras se complementan a la perfección con los relatos de los skaters sobre marihuana, abuso policial, hogares difíciles, rebeldía, vidas sin rumbo. Un ecosistema en perfecto equilibrio, donde animales y humanos conviven en imperfecta armonía, con sus problemas y alegrías a cuestas.