Perdido en las sierras
Cinco adolescentes se escapan de un internado en el interior del país, y luego de la huida deben continuar su camino por un paisaje de sierras, en medio de una desolación absoluta. Van armados, también llevan algo de comida, aunque cazan para alimentarse. Con espíritu de aventuras, pero más preocupado en el costado existencialista de la travesía, y con ecos que lo conectan a gran parte de la historia del cine nacional, Alejandro Fadel llega al largo en solitario tras su colaboración en El amor, primera parte.
El film comienza con la huida de los cinco jóvenes, en lo que representa un inicio tenso, ágil y atrapante. Pero cuando todo estaba servido para una película de género sobre un escape en un paisaje salvaje, el director opta por inspirarse en una mixtura de las obras de Lucrecia Martel, Lisandro Alonso e incluso Leonardo Favio, pero indudablemente sin la misma pericia narrativa. En Los salvajes, todo va decantando en una combinación indigesta de citas a las tragedias griegas, postulados religiosos y realismo mágico.
Los personajes de la película de Fadel nunca alcanzan vida propia y son sometidos permanentemente a los designios de un guión cuanto menos arbitrario. Sumémosle a eso que de los 130 minutos, hay por lo menos 40 de más, y tenemos cartón lleno. Eso sí, al igual que en otros ejemplos de la cinematografía de la FUC, los rubros técnicos están impecables, aunque no se sabe bien en función de qué. Una oportunidad totalmente desperdiciada, que obliga a pensar que el miedo a lo genérico está matando a ciertos sectores del cine argentino más joven.