"En la mafia y en el amor, todo vale"
Después de más de una década desde el programa televisivo Los Soprano, ha llegado a los cines la película Los santos de la mafia, la cual es presentada como una precuela de la exitosa serie.
Por Denise Pieniazek
Los santos de la mafia (The Many Saints of Newark, 2021) se inscribe temporalmente en tiempos previos a los narrados en la serie televisiva Los Soprano (The Sopranos, 1999-2007) que duró seis temporadas. En ella el jefe de la mafia Tony Soprano era interpretado por James Gandolfini, quien falleció prematuramente en el 2013, su hijo Michael Gandolfini es quien interpreta a Tony de joven en la película, lo cual es un acierto porque posee un gran parecido físico con su padre. Mientras que la serie era ambientada en los años ´90, la película inicia en 1967, incluyendo el contexto político norteamericano como los acontecimientos de la guerra de Vietnam, el black power y la Ley RICO.
Los santos de la mafia por supuesto apunta a cooptar a los fanáticos de la serie, pero también es comprensible para quienes no hayan visto el programa previamente, salvo por las escenas que funcionan como comic relief (elemento cómico utilizado para distender la tensión) con guiños hacia los personajes de la serie como Paulie y Silvio. Asimismo, el relato inicia con la voz de Christopher Moltisanti, el “sobrino” de Tony Soprano, quien fue asesinado hacia el final de la serie. Es decir, que la narración es desde la voz over de un muerto, específicamente desde el encuadre de su tumba porque “los muertos hablan”, algo similar al innovador recurso de la obra maestra El ocaso de una vida (Sunset Blvd., 1950). David Chase, el creador y coguionista del filme, junto con Lawrence Konner, decidieron que sea Christopher quien narre la historia de su padre y jefe de la mafia, Dickie Moltisanti, explicando los orígenes de su familia que a pesar de poseer un apellido religioso parece ser una estripe maldita.
Aunque el adelanto de la película parecía anunciar que se trataría de los inicios de Tony en la mafia, es más bien la historia de Dickie, su “tío postizo”, el protagonista de la acción. Tan solo su desenlace es la promesa de los inicios del Tony adolescente incursionando en la mafia, que dejará expectante al público. Si bien Dickie -interpretado con carisma y convicción por Alessandro Nivola- no genera la misma empatía que Tony en la serie (ese líder de la mafia con ataques de pánico que debía recurrir a la terapia psicológica) su personalidad es lo suficientemente inquietante como para mantener intrigado al espectador. Incluso aunque Dickie realice actos moralmente repudiables, no podremos detestarlo completamente.
El ideal que conecta la serie y este largometraje que explica los orígenes de lo putrefacto de dicha familia líder de la mafia italiana instalada en Newark, New Jersey, parece poder resumirse en la premisa popular “en la mafia y en el amor, todo vale”, porque parece que de la lealtad a la traición hay un solo paso. Asimismo, como le expresa el personaje del tío Sally (Ray Liotta) a Dickie: “Quizás algunas de las cosas que haces no son las favoritas de Dios”. Y aquí al igual que la serie, la película pone el acento sobre los personajes moralmente ambiguos, no son personajes superfluos, poseen un devenir en crescendo, lo que dota también a Los santos de la mafia de realismo. En esa misma línea de dicotomías y ambigüedades es que el actor Ray Liotta interpreta a dos personajes que parecen ser dos caras de una misma moneda. Al inicio compone al repudiable jefe de la mafia y padre de Dickie, Aldo, un descendiente de italianos fascista, machista, que incluso que golpeaba a su hijo de pequeño. Posteriormente, en contraposición Liotta interpreta a su hermano Sally, a quien Dickie visita en la cárcel. Porque no sólo Sally cumple su condena legal, sino que ha atravesado todo un camino espiritual de arrepentimiento y sabiduría. Por esa misma razón, podría decirse que es el personaje delegado de la obra, es decir, el encargado de impartir la tesis social y de poner en juicio los “ideales” de la mafia como ha expresado a través de la frase citada al inicio de este párrafo. Y a su vez, en este juego de la figura del doble, ambos matices interpretados por el mismo actor no son inocentes, el texto estrella de Ray Liotta (nacido en Newark) y su emblemático personaje Henry Hill, del maravilloso filme de Scorsese Buenos Muchachos (Goodfellas, 1990) convive en pantalla constantemente desde la memoria del espectador. Incluso hay una secuencia que no se describirá para evitar el spoiler, que remite a la escena del baúl y su alarmante iluminación rojiza.
Por último, en cuanto a las cuestiones ideológicas esbozadas en Los santos de la mafia, un aspecto interesante es mostrar el cambio generacional en los ideales de los lideres de la mafia. Aunque al parecer cierta misoginia y racismo se mantienen, habría que ver que sucede con eso en una generación posterior a Tony. En dicho sentido, hay que destacar que su creador, David Chase siempre se preocupó por mostrar de forma crítica el lado machista de los hombres de la mafia, tanto con sus esposas, como con sus amantes, esto también estaba muy presente en la serie. En contraposición, es interesante que la representación de estos lideres de la mafia, oscile entra la masculinidad y la coquetería, proponiendo también otro modelo de hombría.
En conclusión, Los santos de la mafia posee la intención de representar no a Tony, sino a quien tuvo la mayor influencia en su personalidad y cualidades de liderazgo. Porque como expresa uno de los slogans publicitarios de la película “Las leyendas no nacen, se hacen”. Su realizador, Alan Taylor, quien además dirigió nueve episodios de la serie, logra entregar al espectador una narración digna y entretenida, pero que no es la mejor dentro del género que desde hace años brinda excelencia. Sin embargo, la película posee un sobresaliente y carismático elenco, en donde cada personaje se destaca tanto por su physique du rol como por su calidad actoral, otorgando profundidad y solidez al relato.