Allá arriba. Bien arriba. En la frontera entre Jujuy y Salta, colgando de la cordillera, se encuentra el poblado más alto del país. Un lugar llamado Olacapato, que tiene las casas de adobe, una capilla, la escuela y las vías del ferrocarril que extrañan horrores el paso del tren.
Hacia allí se trasladó el director de este documental, Marcelo Burd, para retratar las condiciones de vida en la que se encuentran los abnegados pobladores de esta localidad. Especialmente a los alumnos, docentes, y no docentes de la única escuela que tienen.
La cámara se dedica a seguir las vivencias de los chicos dentro de las aulas, y de algunos de ellos en sus casas, junto a sus padres. También registra el sacrifico, la vocación y la dedicación del director y docente Salomón Ordóñez, junto a otra maestra y a una cocinera, para mantener motivados al alumnado, que aprendan y entiendan, pese a las adversidades regionales, climáticas y políticas que sufren permanentemente.
No sólo les enseñan, sino que también les dan de comer durante el día, en tanto que las cenas son en sus casas. Prácticamente la existencia del poblado gira en torno a la escuela y al ciclo lectivo, porque el pulso disminuye drásticamente durante los duros inviernos
La película acompaña en varias jornadas las tareas que realizan los habitantes. Y también presta atención a sus necesidades, sueños, anhelos, padecimientos y resignaciones asumidas por los mayores.
La lucha y el trabajo diario es el argumento principal de esta realización. El director tiene la clara intención de resaltar la voluntad, hidalguía y generosidad de los adultos para mantener en pleno funcionamiento tanto la institución educativa como al pueblito, que se encuentra lejos de todo, no sólo en los mapas, también en los pensamientos de los políticos de turno. Pero, por lo que vemos, eso no los amilana, sino que les da más fuerzas para continuar con su cometido.