Pocas veces el cine documental logra transmitir con sencillez, y a la vez con una profunda y potente convicción, ideas que trascienden el mero registro y la expectación, pero cuando sucede, la empatía con el relato es instantánea y el hecho cinematográfico se potencia.
El realizador Marcelo Burd debuta en solitario (“Habitación Disponible”, “El tiempo encontrado”) con una película que no sólo posibilita el conocer el día a día de una comunidad, sino que, principalmente, permite reflexionar, post visionado, acerca del rol que tienen en la actualidad la educación y los maestros Salomón es un profesor de colegio primario que dejando su familia atrás se instala de lunes a viernes en la localidad de Olacapato, Salta, para ofrecerles a un grupo de niños algo más que una simple tarea o un dictado.
Diariamente imagina estrategias que superan los dictados y las innumerables cuentas, posibilitando el acceso instantáneo a una cosmogenia diferente a la realidad, dura por cierto, que atraviesa a cada uno de los niños y niñas con los que trabaja. Una botella se transforma en un cohete espacial, y en esa transformación Salomón convierte el corto plazo en un horizonte plagado de expectativas y anhelos, de sueños y de relatos que completan.
Pero Salomón no está solo, lo secunda un grupo de ayudantes, cocineros, celadores, que también desean que esos niños puedan imaginarse en un futuro que no quede únicamente ligado a la actividad principal del lugar, o a aquellos negocios esporádicos que se suceden rápidamente y que sólo desean llenarse los bolsillos sin pensar en el otro. Burd es uno más en la escuela, con habilidad de borrar la cámara, el registro comienza a difuminar la lábil línea entre ficción y documental, generando la duda, todo el tiempo, de qué es realidad y qué forma parte de un guion.
“Los Sentidos” habla de esa Argentina en la que nadie tiene garantizado nada, en donde vale más la posibilidad de poder salir adelante acompañado por un docente que se sale de la curricula y la administración para mostrar otra verdad sobre la sociedad.
Y también habla de los sueños postergados, del dejar de lado el ego para salir adelante como equipo, sabiendo que nadie es más importante que el conjunto que día a día pelea para que los alumnos puedan superar los obstáculos que se presentan.
Olacapato es el escenario, y Burd lo refleja con su belleza natural imponente, pero también con la imposibilidad de ofrecer a sus habitantes beneficios que puedan superar aquellas limitaciones económicas que poseen.
Un viaje al norte y al centro de la educación local, en el que cada uno de los personajes que muestra se convierten en actantes de una realidad dura, dolorosa, de la que no se puede ser ajeno o indiferente, y de la que “Los Sentidos” viene a demostrar que se puede modificar con pasión, amor y con mucha, mucha inventiva cuando no se tiene más que la imaginación para poder superarla.