No soy fanático del Western, en especial del norteamericano. Para mí el único Western que existe es el spaghetti rebosante de tuco de las exquisitas obras maestras de Sergio Leone, un tipo que hacía cosas sobrenaturales con historias archiconocidas, y en donde los héroes transpiraban carisma y oscuridad por partes iguales mientras la partitura de Ennio Morricone sonaba en toda su furia. El spaghetti western habrá nacido como un género barato y exploitation pero Leone lo hizo ultracool, supremo e inmortal. Para mí un pistolero no es John Wayne sacudiendo sus caderas en una cantina polvorienta sino Clint Eastwood masticando un puro recortado y liquidando tipos malos con una Colt que sacó a traición debajo de su poncho raído. Esa visión bastarda, heroica y comiquera es la que compraré siempre y la cual, lamentablemente, pocos norteamericanos han intentado copiarla. Ni siquiera el genio de Tarantino le ha logrado homenajear como corresponde - Django Desencadenado me resulta bastante decepcionante en ese sentido, mas allá de que sea una gran película en sus propios términos -, y lo único que se le ha acercado (por ridiculo que suene) es un dibujo animado (Rango, brillante por donde se la mire).
Es por eso que la versión original (y clásica) de Los Siete Magníficos me resulta indiferente. La he visto algunas veces cuando era chico, y lo único que recuerdo era a un cool Yul Brynner vestido de negro cabalgando por la pradera mientras sonaba la música de Marlboro de fondo. Es por eso que mi aproximación a esta versión 2016 es mucho mas desacartonada que los papistas amante del original (y que tildan de herejía a la remake de Antoine Fuqua). Los Siete Magnificos 2016 es una brillante película pochoclera que toma muchas notas estilísticas de los clásicos de Leone de la década del 60, tiene un cast brillante, una música notable y una acción formidable. El problema es que carece de trascendencia debido a que ha perdido las connotaciones morales del original (y del original del original, que era el clásico de Akira Kurosawa Los Siete Samurais). Esta gente es reclutada en cinco minutos y se lanza a la matanza por un puñado de monedas que no amerita su muerte. Al omitir la motivación - lo cual era imprescindible y es por ello que el original de Kurosawa dura casi tres horas - a favor del ritmo y la brevedad se termina lastimando la efectividad (y durabilidad) del producto y solo se hace un pasatiempo de lujo. Si Fuqua se hubiera tomado otra hora para poner a estos tipos en pose reflexiva, transmitiéndonos el por qué esta gente violenta han aceptado una misión suicida en busca de redención, Los Siete Magníficos 2016 hubiera alcanzado estatura épica y hubiera sintonizado a los originales de John Sturges y Akira Kurosawa. Así como está zafa, pero resulta olvidable.
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No sólo la ausencia de pathos de los protagonistas afecta la efectividad emocional del filme; también hay algunas pifias notables. La mas estridente es Vincent D'Onofrio hablando como el gallo Claudio, lo cual te hace rechinar los dientes. D'Onofrio es un gran actor pero a veces darle demasiada libertad creativa a un talentoso puede culminar en un desastre. Que alguien me explique por qué D'Onofrio - gordo, fuera de estado y envuelto en pieles como si fuera una alfombra ambulante - tiene que hablar con voz finita y acento rebuscado. Al menos Fuqua le debe haber dicho que su aproximación al personaje era ridicula y por eso D'Onofrio es mas medido y audible en la segunda mitad del filme; pero, cuando recién aparece delante de los magnificos (matando con su hachita india a un par de ladrones que le han asaltado) y empieza a hablar a 1.000 por hora con voz de pito... me resulta inexplicable cómo el resto del cast no se tira al piso a despanzarse de risa.
Mientras que D'Onofrio se redime con el paso del tiempo, el otro tema discordante es el lenguaje anacrónico que usan estos vaqueros. El peor ofensor de los sentidos es Chris Pratt, el cual se supone que es un cowboy bruto que anda por el desierto pero habla como si fuera un ingeniero nuclear. "Se precisan 2.7 kilos de fuerza para matar a un hombre". "Estadisticamente hablando, es imposible que un grupo de 20 tiradores no le acierte a un blanco a 5 metros de distancia". Pareciera que estuviera leyendo la Wikipedia mientras escupe estos parlamentos.
Dejando de lado eso, Los Siete Magníficos 2016 es muy divertida. Peter Sarsgaard se relame con su villano (aunque a veces bordea la sobreactuación) y tiene parlamentos interesantes; la diversidad racial del grupo (factor disonante en un montón de western modernos; ¿alguien se acuerda de lo ridiculo que fue poner como titular de Wild Wild West a Will Smith, un moreno con autoridad en el ultrarracista salvaje oeste?) está explicada con cierta lógica y se hace tolerable; cada personaje tiene su momento de delicioso lucimiento y Denzel Washington (un tipo que siempre me pareció demasiado soberbio en cada papel que ha hecho, y que se portaba como un geronte fuera de estado - y no creíble como héroe de acción - en la versión moderna de El Ecualizador) brilla con gran altura, siendo un héroe muy fisico muy creible (gracias a la magia del editor contratado por Fuqua). Gran fotografia, accion coreografiada como los dioses, buenos parlamentos, excelentes personajes. Los Siete Magníficos 2016 no hará historia pero, rayos, está a años luz de ser una mala película.