Los 7 más o menos
Hacía dos años El justiciero (2014) de Antoine Fuqua abría el 62 Festival Internacional de Cine de San Sebastián; hoy su remake de Los siete magníficos (The Magnificent Seven, 2016) abre el de Toronto y cierra el de Venecia . Y si bien en la 73 Mostra de Venecia se estrenó fuera de competencia, sería difícil imaginarla ganando algún premio tal como Akira Kurosawa lo ganó por Los siete samurái (1954) en el mismo festival.
La versión de Fuqua adapta la de Kurosawa - o la remake de 1960 de John Sturges, para el caso - con la sensibilidad de un blockbuster de superhéroes; nunca sentimos que estamos viendo un western así como el nuevo esfuerzo pseudo-chistoso de Marvel o DC de ensamblar un equipo de pillos con corazón de oro y luchar contra un mal obvio e inequívoco. Hasta el diálogo delata el poco esfuerzo de los guionistas (Nic Pizzolatto, creador de True Detective, y Richard Wenk) en ambientar su película en el viejo oeste.
La historia es tan sencilla como siempre: un pueblo de indefensos granjeros es amenazado por la tiranía del bravucón local y contratan a siete forasteros para protegerlos. Los “siete magníficos” están liderados por Sam Chisolm (Denzel Washington) y consisten de Josh Farraday (Chris Pratt), un apostador; Robicheaux (Ethan Hawke), ex soldado y francotirador; Billy Rocks (Byung-hun Lee), su asociado; Jack Horne (Vincent D'Onofrio), un montañés; Vasquez (Manuel García-Rulfo), un forajido mexicano y Red Harvest (Martin Sensmeier), un guerrero comanche. Emma Cullen (Haley Bennett) los contrata y hace de octava magnífica; el malo es el minero Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard, siempre efectivo en componer villanos a la vez débiles y poderosos).
El film tiene un excelente elenco, con alguna que otra escena simpática de convivencia, pero ninguno sale particularmente bien parado. El único personaje más profundo que la personalidad que esboza es Robicheaux (Hawke), quien se reúne con Washington, ex compañero de Día de entrenamiento (Training Day, 2001). La película plantea una camaradería que continúa la de aquella película (sus personajes son viejos amigos) pero la reunión se desperdicia salvo por un par de escenas de introspección y no mucho más.
La trama procede relativamente sin demasiado conflicto - los siete se suman sin mucho esfuerzo (prácticamente por accidente), no hay ningún problema entre ellos y casi toda la adversidad se guarda para la última media hora, que al fin y al cabo provee un gran clímax. En cuanto al balance final, que solía ser más bien pesimista - replanteando la relación sacrificial entre protector y protegido - Fuqua hace borrón y cuenta nueva y postula un fin típicamente complaciente, sin áreas grises ni ideas problemáticas.