El encanto de las estrellas
Aún con sus falencias, y gracias a los protagonistas, Los siete magníficos es un satisfactorio western de esos que no abundan.
Dentro del exiguo caudal de westerns del siglo XXI, sobresalen un puñado de películas que van por el carril del clasicismo o bien por el de la modernidad. Títulos como Django sin cadenas o Temple de acero se valen de los tópicos del género para construir universos con fuertes marcas de sus respectivos autores (Tarantino y los hermanos Coen), pero hay algunas otras como El tren de las 3:10 a Yuma o El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford -por nombrar dos de los mejores exponentes- que simplemente son muy buenos westerns que imitan o recrean los universos de aquellos clásicos de los años ‘40 o '50.
Los siete magníficos pertenece a este segundo grupo, aunque de la misma manera que la película en la que se basa -es una remake de una de 1960 con Yul Brynner, Steve McQueen y Charles Bronson- resulta un producto relativamente menor, sin pretenciones, sin el ropaje de fábula moral al estilo de Los imperdonables o, menos que menos, de la película original en la que se basan ambas: Los siete samurai, de Akira Kurosawa.
El director Antoine Fuqua es un artesano muy capaz, con un dominio del montaje que se nota principalmente en las escenas de tensión pero que no termina de ser del todo efectivo en las de acción. Por eso su mejor películas es Día de entrenamiento, un gran secuencia en donde va construyendo tensión. Para Los siete magníficos, Fuqua parece haber estudiado los yeites del western y consigue algunos porotos.
La historia ya es prácticamente una fórmula: un pueblo es amenazado por un villano (Peter Sarsgaard) y su ejército, y sus pacíficos habitantes deben reclutar a siete forajidos para que los defiendan. El villano en este caso es un poderoso industrial y no un bandido como en la película original, y se insinúa cierta “crítica al capitalismo” que por suerte queda en la nada. Los siete magníficos gana con el magnetismo de sus estrellas y con algunas escenas puntuales -toda la secuencia del prólogo es extraordinaria- pero pierde cuando el guión intenta tomar las riendas, profundizar un poco u ordenar a los personajes.
El méxicano Vasquez (Manuel Garcia-Rulfo), el comanche Red Harvest (Martin Sensmeier) y en menor medida el oriental Billy Rocks (Lee Byung-hun) son poco más que personajes decorativos que sólo están ahí para darle a la banda una variedad racial. Pero esto se compensa con los tres protagonistas: Chisolm (Denzel Washington), Josh Faraday (Chris Pratt) y Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke) logran imprimirles a unos personajes bastante chatos la simpatía necesaria como para que nos importe su destino. Lo de Vincent D'Onofrio, el séptimo magnífico, da un poco de vergüenza ajena. Su Jack Horne (igual que su Kingpin de Daredevil) es una proeza inútil de trucos vocales.
Quizás sea por la nobleza intrínseca del género, quizás porque Fuqua no es ningún tonto y aún cuando no brilla logra cierta lucidez, quizás por la intensidad de una historia sencilla y tan universal como la de gente buena que busca justicia, Los siete magníficos termina emocionando y dejando en el recuerdo más de una escena memorable. No es una obra maestra, pero con dos o tres westerns así por año, la vida sería mucho mejor.