Los siete magnificos

Crítica de Iván Gordín - Alta Peli

Denzel Washington y Chris Pratt protagonizan una nueva versión del clásico western Los Siete Magníficos, ésta vez con dirección de Antoine Fuqua (Día de Entrenamiento) y guión de Nic Pizzolatto (True Detective).

Los Supercowboys:
Durante muchos años, el western fue el género más prolífico y exitoso de la industria cinematográfica norteamericana. El público iba en busca de emociones fuertes y con la expectativa de observar a su estrella favorita cabalgando en el Viejo Oeste. Este concepto se puede notar fuertemente en la primera Los Siete Magníficos de John Sturges, o mejor dicho, la remake americana de Los Siete Samurai de Akira Kurosawa. Básicamente aquella versión “original” funcionaba en parte gracias a su condición de dream team, en otras palabras, una constelación de estrellas tratando de dejar sus diferencias atrás para hacer el bien mayor. Si ésto les suena familiar, es porque es la misma consigna del género de mayor éxito actual: los superhéroes. La premisa de Los Siete Magníficos no dista de recientes films como Los Vengadores, Escuadrón Suicida o Guardianes de la Galaxia. Esto no es una comparación forzada sino que se puede observar en el tratamiento de esta nueva remake a cargo de Antoine Fuqua.

En la superficie la trama es la misma, una aldea es atacada y saqueada constantemente por un malhechor avaro. Desesperados, los habitantes recurren a siete cazarrecompensas para que protejan a su pueblo. El encargado de reunir a los siete en esta oportunidad es Denzel Washington, quien vendría a ser algo así como el Yul Brynner pero ahora es un ex-esclavo liberado y ,por alguna razón que desconocemos, Sheriff. El personaje compuesto por el actor afroamericano se acerca demasiado al Django de Tarantino pero sin ninguna historia de fondo que justifique o explique su accionar. Por otro lado tenemos a Chris Pratt, que claramente ocupa el rol de Steve McQueen (fiel amigo de Brynner en la original) aunque sea canalizando a Star-Lord. En los otros cinco podemos encontrar a un orgulloso bandido mexicano, un Vincent Donofrio con un delirio místico ecológico, un indio comanche sin motivaciones claras para ayudarlos – tranquilos, nunca lo explican tampoco -, un chino experto en cuchillos y su anacrónico patrón objetor de consciencia Ethan Hawke (mitad Charles Bronson, mitad Robert Vaughn), El papel del novato que busca demostrar su coraje ya no está reservado a un hombre (Horst Bucchold) sino que es tomado por la bella Haley Bennet (Hardcore: Misión Extrema), una mujer con iniciativa y capaz de defenderse por si misma. Todos estos personajes sufren de inconsistencias y su desarrollo está reducido a algunos diálogos expositivos – como ciertos superhéroes actuales -; pero lo realmente llamativo es que parecen poseer ciertos superpoderes: uno tiene súper resistencia, otro súper puntería, otro es un ninja, otro súper inteligencia, otro es un súper arquero y así. No hay personas sino un par de chistes y habilidades especiales – me pregunto a que estudio de superhéroes me hace acordar -. Incluso no les interesa salvar las vidas que protegen con tal de derrotar a su enemigo – mmm, me pregunto a que otro estudio me hace acordar ésto -. Es como si Fuqua y el guionista Pizzollato tuvieran la intención de hacer un film de superhéroes en el Old West (Jonah Hex no cuenta) que tenga imágenes virtuosas y música genérica (deformaron la música de Elmer Bernstein por los insoportables golpes indistinguibles de siempre) en vez de profundizar en los diversos elementos que componían a la obra en que se basaron. Los realizadores se olvidaron por completo del drama, de la aventura, el romance y el ingenio que componían el film de Sturges.

Los pistoleros de la corrección política:
El otro elefante en la habitación es la clara intención de hacer el panfleto políticamente correcto más burdo e hipócrita posible. En el equipo de los bonachones tenemos a un afroamericano, un aborigen, un latino, un asiático – que es chino en la cinta pero el actor es coreano – , un sujeto de peso prominente y una mujer empoderada. El villano ya no es un complejo y razonable bandido mexicano sino que es un hipercapitalista de bigote retorcido; un ser de pura maldad que tendrá como mucho diez minutos de metraje en toda la película. Fuqua y compañía se esfuerzan tanto por no ofender que generan justamente el efecto contrario. La aldea que deben proteger ya no es mexicana, es un pueblo lleno de supermodelos cualunques que aceptan cualquier directiva de sus contratados. En el largometraje de 1960, se nos contaba que ser un forajido es fácil pero lo verdaderamente difícil es tener responsabilidades como lo tienen los integrantes de aquel viejo pueblo chicano. El villano unidimensional que compone Peter Saasgard no tiene ni un ápice de la complejidad que había demostrado Eli Wallach cincuenta seis años atrás. Lo más loco es que un western de hace casi seis décadas es más progresista que un producto del siglo XXI. Piénsenlo así: ¡era una película donde en el sur de Estados Unidos un soviético luchaba junto a un grupo de mexicanos contra un bandido compasivo!

Conclusión:
Los Siete Magníficos aglutina todas las falencias actuales del cine de superhéroes y desaprovecha la posibilidad de darle un enfoque original a una vieja historia. Pero si quieren ver una película con “buena pinta” y un tiroteo de veinte minutos entre seres fantásticos vestidos de cowboys, quizás no la pasen tan mal.