Los siete magnificos

Crítica de Javier Califano - Proyector Fantasma

Pese a que muchos fatalistas sostienen que el western ha desaparecido, siempre será el imperioso deseo de tantísimos realizadores abordar y aportar una idónea vuelta de tuerca al género emblema del cine americano. En los últimos años algunos referentes del western han logrado una excelente recepción del público y la crítica, es el caso de Django Desencadenado (2912) y Los ocho más odiados (2015) de Quentin Tarantino, o algunas sorpresas como la muy recomendable Bone Tomahawk (2015) de S. Craig Zahler, como una excelsa hibridación con el terror. De modo que el encanto de la frontera, las diligencias, los vaqueros, las cabalgatas y los duelos a la hora señalada, resultan inherentes a la magia del cine.

Los siete magníficos de John Stuges (1960), a su vez es oficio como versión americana inspirada en el clásico Los siete samurais (1954) del genial Akira Kurosawa. En la actualidad el abordaje que propone el realizador Antoine Fuqua mantiene -como en sus versiones anteriores- inalterable su punto de partida: los habitantes de un pequeño pueblo sufren de los constantes ataques de un grupo de hombres armados. Indignados ante los constantes saqueos, buscan justicia y solicitan los servicios de un grupo de expertos pistoleros para contrarrestar los ataques.

El elenco de la obra original estaba conformado sólo por hombres blancos ajustados al WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant): Yul Brynner, Steve McQueen, Charles Bronson y James Coburn, debido a los códigos de representación de Hollywood de entonces. Sin embargo, la versión contemporánea Antoine Fuqua apela a la diversidad y la amalgama de razas para dar su rúbrica personal a la nueva versión de Los siete magníficos, consiguiendo distinguirse positivamente de su predecesora.

Esta nueva versión de Los siete magníficos, resulta más próxima a la esencia de Los siete samuráis de Kurosawa, siendo que el variopinto grupo de mercenarios de la película de Antoine Fuqua presenta intensos matices y penurias a diferencia de la producción Hollywoodense de John Stuges de 1960, en la que los justicieros resultaban implacables prodigios de puntería y destreza sin mucho trasfondo emocional. Destacan en los protagónicos Denzel Washington, encarna a un ex militar de la guerra civil devenido en un despiadado cazador de recompensas, pero no carente de cierta nobleza; Chris Pratt oficia como el atorrante y jocoso de turno que disimula su condición implacable; en tanto que Ethan Hawke compone a un taciturno y traumatizado veterano de guerra. Pero la sorpresa en este elenco es el descomunal montañés compuesto por un inspiradísimo Vincent D’Onofrio.

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En algunos pasajes de Los siete magníficos (2016) se evidencia una tenue intención de abordar las heridas raciales en la historia de los Estados Unidos, esencialmente en todo lo relativo al conflicto bélico norte-sur. El nuevo grupo de pistoleros está liderado por un afroamericano (Denzel Washington), además un ecléctico elenco que en su selección muestra respeto por la diversidad: Byung-Hun Lee, Manuel García-Rulfo y Haley Bennett, interpretando a una mujer que contrata y participa activamente de las hazañas del clan de mercenarios escapando al lugar común de la damisela en apuros.

El guión de Los siete magníficos (2016) fue elaborado por Richard Wenk, habitual colaborador de Antoine Fuqua, junto Nic Pizzollatto guionista de la exitosa serie de HBO True Detective (2014). Subyace en el relato una fuerte metáfora que oficia como bajada de línea al capitalismo salvaje, dado que en esta oportunidad el villano es una empresa ambiciosa cuyo brazo ejecutor es Bartolomé Bogue (Peter Sarsgaard), quien impunemente desata todo el despotismo de un hombre de negocios sin miramientos morales a la hora de sacrificar a los lugareños para beneficio de su firma.

La dinámica e interación de una pluralidad protagónica de arquetipos se ajusta, cual signo de los tiempos, a las convenciones de “conformación de grupos” tan recurrente en las películas de la formula Marvel. En tanto que la trama de Los siete magníficos adolece al complejo de la sobre-explicación sistemática hasta el punto de redundancia como defecto/patología recurrente de Hollywood, atentando contra correcto ritmo y la construcción narrativa del guion de Wenk y Pizzollatto.

Los siete magníficos de Antoine Fuqua es una producción respetuosa de todo concepto esencial al Western clásico, claro que no tiene la profundidad de La propuesta (2005) de John Hillcoat, y al tratarse de personajes encaminados a una redención evita transitar por los senderos de Los Imperdonables de Eastwood. En cuanto a la narrativa visual propuesta por Fuqua, la película adhiere a una puesta en escena de la violencia propia de Sam Peckinpah en La pandilla salvaje (1969), claro que lejos de la intensidad y crudeza manifiesta en el clásico, sino que a modo de aproximación relativa a toda la espectacularidad que el género pueda brindar.

Los siete magníficos consigue instruir a nuevas generaciones respecto de los rudimentos básicos del Western , siendo una película muy divertida, con ideología implícita y mucha personalidad.