Olvidémonos por un momento que la película de Antoine Fuqua (“Día de Entrenamiento”, “El Rey Arturo”) es la remake de la remake de dos clásicos, y tratemos de analizarla como una nueva apuesta del western en pleno siglo XXI.
A “Los Siete Magníficos” (The Magnificent Seven, 2016) no le falta ningún elemento común al género ni la iconografía del Lejano Oeste, ni siquiera los guiños a la genial partitura de Elmer Bernstein; pero si carece un poco de alma y carisma para su trama y sus personajes, un abanico de razas y personalidades porque, ante todo, el Hollywood de 2016 debe preponderar la diversidad a toda costa.
Estamos a finales de 1870, poco después del final de la Guerra Civil, y el pueblito de Rose Creek debe sufrir los abusos territoriales de Bartholomew Bogue (Peter Sarsgaard), un empresario inescrupuloso que hará lo que sea para explotar las minas de oro del lugar y arrasar con todo lo que se cruce en su camino. Con las autoridades en su bolsillo, a los habitantes no les quedan muchas opciones que aceptar sus míseras ofertas y entregar sus tierras por unos centavos.
Sin nada más que perder, la joven viuda Emma Cullen (Haley Bennett) decide viajar al pueblo más cercano y contratar los servicios de Sam Chisolm (Denzel Washington), un reconocido agente de la ley que se dedica a “cazar” fugitivos. Pronto se le suman Josh Faraday (Chris Pratt), un apostador aficionado a los trucos de magia; Goodnight Robicheaux (Ethan Hawke), héroe de guerra y gran tirador; Billy Rocks (Byung-hun Lee), un certero asesino; el mexicano forajido Vasquez (Manuel Garcia-Rulfo); el rastreador Jack Horne (Vincent D'Onofrio) y el guerrero comanche Red Harvest (Martin Sensmeier) que aceptan el dinero de la viuda para defender al pueblo, sus habitantes y ponerle un alto a las amenazas de Bogue y sus hombres.
Una tarea para nada fácil teniendo en cuenta que ellos son sólo siete, los habitantes no tienen ninguna experiencia y el villano vendrá acompañado de todo un ejército. La misión parece suicida, pero con el correr de los días, estos hombres descubren que, tal vez, valga la pena morir a cambio de un poco de justicia.
“Los Siete Magníficos” no puede escapar de los clichés y poco logra con sus protagonistas. Un villano malísimo y megalómano, el cowboy que busca venganza, el enfrentamiento final… todo está perfectamente calculado y no deja mucho a la imaginación. Washington es un líder nato que sabe cargarse la película al hombro, los demás hacen sus aportes, entre los chistes de Pratt que no puede despegarse su eterno personaje canchero, las excentricidades de D'Onofrio y la extraña camaradería entre hombres que apenas se conocen y, en teoría, deberían mirarse con recelo y, al menos, desconfiar un poco los unos de los otros.
Todo está dado para que sea una aventura cargada de acción, un gran enfrentamiento entre buenos y malos que apenas deja lugar para el desarrollo de estos siete pilares que tiene la historia. Sus pasados, sus motivaciones, acá son apenas una anécdota y poco queda del honor y los valores que representaban los samuráis de Kurosawa. Ok, dijimos que no íbamos a hacer comparaciones.
“Los Siete Magníficos” es un film de acción ambientado en el Lejano Oeste. Entretenido y pasatista, bien filmado, pero sin matices. Nada se destaca, ni aporta a un género que ha tenido remakes mucho más interesantes. Sólo es un conjunto variopinto de personajes (y grandes actores) que, de casualidad, aparecen en la misma película.