Los siete samurais, la película de Kurosawa inspirada en los westerns, se volvió en los sesenta el western Los siete magníficos, de John Sturges, que además tuvo alguna versión para TV. Y ahora vuelve en pantalla hipergrande, con explosiones y un poco más de chistes que aquella con Yul Brinner y Steve McQueen (que siempre pecó de solemne). Es eso: una población aterrorizada por gente inescrupulosa contrata mercenarios para que la rescate, y estos tipos, siete como corresponde, terminan haciendo por deber lo que comenzaron haciendo por dinero. Hay momentos bellos: siempre lo es ver una cabalgata y algunos duelos icónicos y sorpresas de puro movimiento tienen la fuerza del viejo y querido género. Hay momentos redundantes: uno se pregunta por qué todo tiene que explotar en algún momento, como si el cine de aventuras hubiera llegado definitivamente a su era pirotécnica. Hay momentos en los que Denzel no sabe si es un duro justiciero o el descontrolado ferroviario de Imparable; hay momentos en los que Chris Pratt cree que esto es Guardianes de la Galaxia (y el problema es que lo cree donde ni se parece). Da la impresión de que Hawke y D'Onofrio, por ejemplo, solo pasaron un rato a divertirse. Fuqua, un realizador más cercano al artesanato que a la autoría, maneja bien la acción pero no comprende del todo la mitología del western, la ética de los pioneros o la moral del pistolero. Funciona, pues, como espectáculo, pero no mucho más.