Después de las últimas películas de Tarantino, el western vuelve a desempolvar (muchas) pistolas y a provocar (muchas) muertes, esta vez con una remake, la de Los Siete Magníficos, clásico de John Sturges que se basó a su vez en Los siete samurais, de Kurosawa. La historia es recordada, y simple: los sobrevivientes de un pueblo amenazado por un malvado y ambicioso explotador (Peter Sarsgaard) entregan todo lo que tienen a un misterioso pistolero (Denzel Washington) para que los ayude.
La primera mitad del film se centra en la reunión de esos siete letales cowboys y la segunda en, digamos, la batalla. El grupo es un dream team de casting (Ethan Hawke, Chris Pratt, Vincent D'Onofrio) y diversidad (un negro, un indio, un asiático), pero ni el carisma de los actores evita la sensación de camaradería forzada entre personajes tan disímiles, unidos para jugarse la vida por algo de dinero. Enhebrada por un humor con bastante menos puntería que los pistoleros, el tono de Los 7 Magníficos oscila entre una propuesta ATP con demasiados cadáveres y una comedia negra con el western como contexto. En ninguno de los dos casos transmite algo más que la diversión de ver en acción a este simpático grupo de caracteres. Pero como lo demás huele a fórmula demasiado gastada, con eso no alcanza.