La nueva película de Paula Hernández (Herencia, Un amor) aborda los conflictos familiares que se potencian durante una estadía en la casona familiar, cercana a las fiestas de fin de año.
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Luisa (Érica Rivas) es una traductora que se encamina junto a su marido Emilio (Luis Ziembrowski) y su hija adolescente Ana (Ornella D’Elía) a la quinta familiar en la que vive Meme (Marilú Marini), madre de Emilio y también de sus dos cuñados, Sergio (Daniel Hendler) e Inés (Valeria Lois), quienes también van con sus hijos. De esta manera, el lugar se llena de personas que, supuestamente, irán a descansar y a compartir un momento, aunque lo que sucede allí dista mucho de ser un encuentro feliz.
La de por sí tensa situación entre Luisa y Emilio (por lo visto, los años han desgastado la convivencia) se potencia cuando ella descubre que Ana tiene un episodio de sonambulismo que, al parecer, se remonta a antecedentes hereditarios. En este ambiente en donde también se discute sobre cuestiones editoriales (actividad que desarrolla parte de la familia), no tardarán en aparecer otros núcleos de tensión, derivados al mismo tiempo de la intención de Meme de vender la bella casona. La llegada del Alejo (Rafael Federman), el hijo mayor de Sergio (todo un bom vivant) introducirá el eje de la seducción y, claro, surgirán nuevos motivos para que nada termine bien.
Del cuadro antes descripto, Hernández se interesa por generar fuertes encuentros personales en los que, como si se trataran de capas geológicas, se superponen recuerdos, cruces, pequeñas revelaciones. Poco a poco, la violencia heteronormativa pasará a ser uno de los temas de la película y alcanzará su pico en un final abrupto y en buena medida polémico (pero absolutamente funcional con lo que vimos antes). Su cámara se interesa por capturar los rostros y extraer así todo el pathos que el relato amerita, pero a la vez se percibe un delicado trabajo de encuadre y de abordaje de las luces (sobre todo, en los momentos nocturnos) que hacen que el ingrediente más dramático encuentre una correlación con la forma de graficarlo.
En suma, Los sonámbulos es un drama puro y duro, una nueva mirada a la familia que encuentra a una directora en su mejor forma.