No siempre el título de una película preanuncia el contenido, pero sí lo hace en el caso del filme de Paula Hernández ("Una vida"). Ayuda a entender la primera escena, que por su estructura pareciera iniciar un filme de terror y no un drama familiar. Pero si la vida es sueño, como decía el poeta afinando la metáfora, esta familia, como la mayoría, sufre pequeños trastornos que dificultan las relaciones, los deseos y las realizaciones, mientras otros como la abuela Meme o la adolescente Ana, en una karmática herencia, son víctimas de trastornos del sueño que las dejan en estado de indefensión.
Llegar a la casa de Meme, la matriarca familiar, y encontrar un cartel de venta sin haberlo sabido preocupa a los hijos, Emilio (Luis Ziembroski), esposo de Luisa; Inés (Valeria Lois) y Emilio (Daniel Hendler). Justamente la primera discusión será por esa venta no comentada, que Meme explica haciendo gala de una solidez que Emilio parece haber heredado para dirigir su imprenta. Una discusión que abrirá la puerta a que comience a temblar el delicado equilibrio familiar.
Porque todo parece vibrar sin razón haciendo juego con la inseguridad maternal, que en el caso de Luisa apunta a una rebelde hija adolescente, mientras que en Inés tiene como destinatario un bebé que parece haber desubicado a una madre ya no tan preparada para recibirlo.
Si Luisa duda ante una hija que la cuestiona, también lo hace frente a un marido incapaz de hilar fino como Emilio, el cuñado más sensible, permeable a comprender ciertas profundidades y arrojar esperanzas amorosas de intimidad hacia una Luisa prudente pero coqueta.
En fin, la familia aparece con sus poco a poco develados secretos, aislada en el medio de un bosque, cercana como nunca a una cámara Gesell capaz de transparentar sus más escondidas intimidades.
UNIVERSO SECRETO
La directora crea un universo que se rarifica con la suba del calor, la caída de la noche y la inesperada presencia de otro adolescente, también rebelde pero seductor, el hijo mayor de Emilio, que visita la casa luego de estar ausente de la familia vaya a saber desde cuándo. Entonces el enrarecimiento se corta con un cuchillo ante el pedido de los chicos de acampar juntos. Y será en el bosque, donde una ceremonia carnavalesca de leños encendidos, bengalas y juegos, mezcla de escondidas y gallo ciego, precederán a lo inesperado.
Porque la presencia del chico rebelde, a la manera del visitante de "Teorema", desata el drama preanunciado por la sangre y la oscuridad del comienzo en un despertar sexual que teñirá a la familia de inesperados colores y precipitará los cambios que afloraban en Luisa y en su hija.
"Los sonámbulos" intercambia líneas con "La ciénaga", de Lucrecia Martel, y momentos de "Tigre", de Silvina Schnicer y Ulises Porra Guardiola. Un cuidadoso desarrollo narrativo, el acompañamiento de la Naturaleza con los caracteres que parecen ir madurando ante el ascenso de la temperatura y la llegada de la oscuridad, caracterizan a la película de Paula Hernández. Un filme donde los individuos aspiran a conocerse y la llegada de un tercero desatará el comportamiento final.
La directora, con mano segura, conduce el relato, integra la Naturaleza como un peligro de brasas encendidas y libertades desatadas -a la manera de "El señor de las moscas" y cuida las interpretaciones de figuras como la notable Erica Rivas, Marilú Marini, Ziembroski y Hendler, que se suman al sugerente rostro de Ornella D"Elía ("Tigre"). Cuidada la puesta en escena y los demás rubros técnicos.