FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2019 (10): LO IRRESPIRABLE
por Marcela Gamberini - Festivales
18 Nov, 2019 09:07 | Sin comentarios
Sobre la última película de Paula Hernández.
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El plano de apertura de la nueva película de Paula Hernández es paradigmático: el rostro de una mujer que duerme visto al revés. Ese rostro, esa nuca, esa cabeza y ese cuello serán los ojos a través de los cuales se narrarán los acontecimientos futuros; el punto de vista femenino será el eje a partir del cual se sostiene la narración. La secuencia inicial es realmente perturbadora: después de ese plano, la mujer se levanta de la cama y recorre un departamento a oscuras, buscando a Ana. El espacio laberintico, denso y húmedo del departamento es la atmosfera en la que se desarrollará toda la película, a pesar de que en breve va a cambiar de escenario. Cuando la mujer encuentra a Ana, dormida, parada frente a una ventana, también ve sangre en sus piernas. Este comienzo revela una seguridad narrativa y formal, una maestría en la conducción de la cámara, el establecimiento del punto de vista y el escamoteo de los conflictos. Estos tres elementos recorrerán toda la película de punta a punta.
Esa familia, en cierta medida sonámbulos todos, y no solo Ana, esconde más que lo que muestra. La madre –excelente Érica Rivas-, la niña Ana y el padre se van a reunir con el resto del grupo familiar a la casa de campo de la abuela para celebrar año nuevo. Este segundo comienzo en el nuevo espacio abierto del campo, recuerda un poco a La ciénaga, no sólo en algunas decisiones formales sino en el tratamiento de sus personajes, sobre todo de las mujeres. En Los sonámbulos las mujeres hacen avanzar el relato de la mano de Luisa o más bien, desde la cabeza de Luisa. Es ella la que transpira, la que suda, la que necesita un lugar, la que busca, y es finalmente ella la que encuentra el camino. Los sonámbulos adhiere sin miramientos a los temas contemporáneos la avanzada del feminismo y la lucha contra la violencia familiar; sobre la mitad de la película estos temas se vuelven relevantes, decisivos.
El cambio de espacio, de ese adentro oscuro y denso del departamento a ese afuera luminoso, el del campo, implica también un cambio de registro. De la intimidad de la madre y la percepción de la hija pasamos a una distancia que se establece entre los integrantes de la gran familia; cada uno de sus integrantes está en su mundo, y resulta casi imposible el diálogo y la confianza. La cofradía y la camaradería resultan imposibles. Es así como de la intimidad se pasa a la lejanía y de esa lejanía, nace el ultraje y se violenta, también se subleva; se vuelve a la intimidad de madre e hija cuando se escapan y se alejan, del mundo de los hombres. Salir del núcleo enfermo de lo familiar, donde las informaciones se escamotean, donde el dolor se esconde y donde nadie escucha, ni siquiera el llanto de un bebe, allí donde los sonámbulos recorren espacios y tiempos sin vivirlo es lo que se debe evitar y aquí filmar. El telos narrativos es preparar la huida o no de ese círculo infernal de lo familiar.
La película es formalmente impecable: el manejo de cámaras para seguir a Luisa y a Ana, la luminosidad tenue de la casona que no deja de verse como un lugar más que sombrío, el concepto sonoro del comienzo inquietante ya aludido y el final esperado, sumado a un elenco también sobresaliente hacen de Los sonámbulos una película sólida que trastabilla un poco cuando se vuelve más dura y más intransigente; cuando se abandona el camino de la sugerencia y las intrigas domésticas para definitivamente plegarse a la modernidad que implica el tratamiento de lo femenino y de la violencia familia, allí se pierde algo. Apenas un poco.
Marcela Gamberini / Copyleft 2019