Según la definición del diccionario, un sonámbulo es una persona que mientras está dormida tiene cierta aptitud para ejecutar algunas funciones correspondientes a la vida de relación exterior, como las de levantarse, andar y hablar. Y si bien una de las protagonistas padece esta condición (algo que además parecen presentar varios miembros de su familia), la directora se refiere metafóricamente a ese estado de letargo que muchas veces se puede apreciar en las familias con relaciones estancadas y vínculos totalmente autoimpuestos para respetar ese clan del cual uno forma parte.
Y aquí podría estar describiendo infinidad de películas donde se presentan problemáticas en el seno familiar, pero Paula Hernández («Herencia», «Un amor»), va aún más allá para escarbar aquellos secretos oscuros que esconden ciertas familias y las miserias humanas que se encuentran a flor de piel y que suelen aflorar en los encuentros familiares previos a las fiestas de fin de año.
El largometraje se presenta como un drama familiar con tintes de coming of age, que se centra en Luisa (Erica Rivas), una madre preocupada por su hija de 14 años, sonámbula, en pleno crecimiento y despertar sexual. El matrimonio que lleva ella con Emilio (Luis Ziembrowski) se encuentra en una crisis caracterizada por el silencio de ambas partes ante los problemas que son claramente visibles. Frente a la llegada del verano y las fiestas, la pareja junto a la joven Ana (Ornella D’Elía) deciden irse a la casa de campo familiar para reunirse con el resto: abuela, hermanos, tíos y primos. Y es allí con el calor del verano que vendrán ciertas tradiciones, nuevos conflictos, algunas revelaciones perturbadoras y un lugar propicio para que aquellos «sonámbulos» vayan despertando.
El film se va desarrollando como un pesado drama que con el correr del metraje se va volviendo más violento, perturbador y oscuro. Está muy bien trabajada la tensión entre los distintos personajes y se ve reflejado en la forma en que el relato maneja los tiempos narrativos (mérito también para el trabajo de montaje). Lo cierto es que a medida que la trama avanza esa violencia tácita comienza a revelarse para volverse física y/o verbal. Para ello fue primordial la interpretación de Erica Rivas, que nuevamente saca a relucir todo su abanico actoral en esta cinta donde intenta salir del estancamiento afectivo y profesional al mismo tiempo que sale a defender con capa y espada la integridad de su hija. Acompañan muy bien Ziembrowski, D’Elia como gran revelación juvenil, Daniel Hendler y Rafael Federman.
Por otro lado, la tensa cámara en mano y los largos travellings de seguimiento que van sucediendo en aquella asfixiante casa de campo embellecen la experiencia visual del relato.
«Los Sonámbulos» es una película potente que se apoya en su elenco, en una dirección acertada con una visión madura de su autora y un guion más que interesante que no dejará indiferente a ningún espectador. Un drama con todas las letras que nos dejará cavilando sobre diversas cuestiones.