La vida de a dos
En su opera prima, Somos nosotros, el director Mariano Blanco acertaba en el tono y el registro para contar las historias de un grupo de skaters que recorrían las calles marplatenses. No era la obra de un lugareño (el realizador es oriundo de Ituzaingo), pero sí de alguien que conocía el espacio donde decidía posar su ojo y enmarcar su cuento. Y no sólo el espacio, era una historia sobre sus pares, generacional, una película sólida porque básicamente su autor no hacía más que un ejercicio honesto de autoconocimiento. Aquel film, más allá de sus falencias de trabajo aficionado casi de tesis, dejaba asomar a un realizador con un ojo atento para los detalles. Eso mismo ocurre en Los tentados, segunda obra de Blanco y quien aún alejándose un poco de aquel universo, y entendiéndola como una historia menos personal, logra momentos de inusitada intimidad con otros un tanto derivativos pero aún atractivos.
Los tentados sufre un poco el síndrome FUC: historia mínima, situaciones sostenidas por el carácter contemplativo de la puesta, actuaciones sin demasiadas fluctuaciones dramáticas, una tensión lánguida. Y la lucha entre la propuesta y su resultado final está planteada en cómo Blanco logra que los lugares comunes de mucho de este cine argentino joven, no terminen por comerse a su película. Digamos que durante algo más de una hora el realizador lo logra, porque tiene la suficiente capacidad como para comprender que no todo lo que se observa es digno de formar parte de un relato cinematográfico. Así, el espacio que habitan sus personajes (la Mar del Plata costera que va de La Perla a Mogotes) tiene un impacto funcional en el recorrido que trazan: una pareja de la que observamos su intimidad, su vida cotidiana, su tedio y dudas.
Es interesante ver cómo Los tentados se sostiene mientras cuenta esa vida de a dos: la tensión de ese vínculo (que es la de cualquier pareja) se acrecienta a partir del ojo atento del realizador para los detalles. Y cuando la pareja deja el centro de la escena -básicamente ella desaparece y lo que nos queda es seguirlo a él- la película incorpora demasiado las dudas de su protagonista y se enrosca en un derrotero sin rumbo del que le cuesta salir hasta su plano final -para peor: si Los tentados no se vuelve un poco machista es debido a que en el fondo decide no opinar sobre lo que está mostrando, y deja que sus personajes hagan-. Más allá de estos asuntos -que evidencian los problemas de este tipo de películas para profundizar en sus conflictos-, el film de Blanco logra imágenes y secuencias atractivas, y convierte a Mar del Plata en un escenario real donde las historias son posibles alejadas de lo iconográfico.
Habrá que verlo a Blanco con un texto más profundo y una apuesta más ambiciosa para ver si puede sostener de la misma forma su propuesta estética, pero sin dudas es un director para tener en cuenta.