Como hace 70 años pero sin gracia
Un hogar administrado por monjas recibe una encomienda muy particular, con nada menos que tres niñitos que a poco de llegar a la institución la sumergen en un caos mayúsculo. Una vez crecidos, los tres amigos, Moe (Chris Diamantopoulos), Larry (Sean Hayes) y Curly (Will Sasso) salen al mundo a replicar aventuras freaks y demoler todo lo que se les cruza, incluso a ellos mismos. En el medio, el bueno de Moe recala como protagonista de un popular reality show televisivo que pone en primer plano su lugar de distinto.
La primera reflexión que surge tras asistir a esta poco agraciada producción de los hermanos Farrelly (los mismos de Loco por Mary) es que por algo a lo largo de los más de setenta años que pasaron desde que los Tres Chiflados llegaron a la televisión, nunca se hizo una película que no los incluyera, más allá de alguna de tono biográfico, producida por HBO hace algunos años.
Cada una de las escenas que forman parte de este compilado de gags sin brillo ratifican a su paso que los 92 minutos de fílmico que lo componen son nada más que un gran desatino.La gracia es casi nula, los momentos de humor saben rancios y, para peor, la efectividad del slapstick está atada de forma indefectible al recuerdo de aquellos legendarios, inolvidables e irrepetibles Moe Howard, Larry Fine y Curly Howard. Los actores que aquí componen a aquellos tres son algo de lo bueno que tiene la más o menos reciente camada de los intérpretes que ha parido el humor estadounidense, pero los papeles les quedan gigantes debido a un guión que no hace justicia en nada con lo que intenta homenajear.
Sin embargo, y más allá del despropósito general, puede rescatarse en The Three Stooges una presencia breve pero contundente: la de Larry David, que juega el rol de una de las monjas maltratadas por los pequeños tres dementes. Eso, y nada más.