Tontos y retontos.
Hay poca gente que logró perfeccionar el arte de la comedia física como los integrantes de Los Tres Chiflados. Desde el nacimiento del grupo como de vodevil durante la década del '20, la familia Howard se puso en el firmamento de las estrellas del humor, metiéndose en el corazón de la gente a través de tortazos, piquetes de ojo y bizarras aventuras. Es tal el impacto que lograron arrastrar hasta el día de hoy, que la idea de continuar el legado del trío sin los actores originales, y encima en la actualidad, suena como un desafío imposible. Por suerte para los fanáticos, Los Tres Chiflados (The Three Stooges, 2012) es un buen homenaje al Sagrado Trío de la Comedia, a pesar de sus faltas.
Moe (Chris Diamantopoulos), Curly (Will Sasso) y Larry (Sean Hayes) pasaron toda su vida en un orfanato, bajo la supervisión de la Madre Superiora (Jane Lynch) y de la Hermana María Mengele (el gran Larry David). Pero tras 35 años de destrucción y travesuras, descubren que la institución que los crió está a punto de cerrar debido a una deuda de 830 mil dólares. Decididos a salvar el lugar, se proponen a recaudar el dinero a como dé lugar, y van a la gran ciudad, en donde se meten en toda clase de situaciones excéntricas.
De esta forma, Peter y Bobby Farrelly reviven el humor que hizo felices a millones. Los hermanos ya habían demostrado su afición por el estilo del grupo cómico en films como Loco por Mary e Irene, Yo y mi Otro Yo, y el proyecto para ellos había sido una pasión que tomó años en arrancar (en un momento incluso llegaron a confirmar a Benicio del Toro, Sean Penn y Jim Carrey para hacer de Moe, Larry y Curly, respectivamente). Pero ahora, los directores realizaron un trabajo excelente a la hora de recrear la magia original, iniciando por los tres protagonistas, quienes se lucen al ponerse en la piel de los conocidos personajes (lo que hace lamentar que no lleguen copias de este film en su idioma original).
Además, los hermanos comprenden el timing y las reglas del mundo algo caricaturesco en el que transcurre la trama: la gente no solo no envejece, sino que sobrevive golpes, patadas, punzadas, caídas, choques y explosiones con la gracia de dibujo animado. Por una vez, es lindo ver un film reciente para toda la familia que sea tan políticamente incorrecto a la hora de la violencia; aunque claro, al final hay una aclaración por parte de los realizadores avisando que nadie se lastimó de verdad, lo que queda medio aguafiestas después del festival de accidentes que acaba de pasar.
Pero a pesar de todos los logros de la película, aún se pueden hallar problemas, el principal siendo que todos los intentos de meter a los chiflados en un contexto moderno fallan. Los personajes están muy conectados con la primera parte del siglo XX, y es algo que puede notarse al ver la historia, desarrollada mediante sketches: casi todas las escenas cómicas están basadas en un corto que conocemos (los chiflados como carpinteros, médicos, vendedores, rompefiestas, etc.), mientras que los intentos por traer la historia al tercer milenio consisten en malos chistes del momento, de esos que pierden la gracia antes de que se enfríe el pochoclo (tales como la aparición del elenco de Jersey Shore, un reality show que nada tiene que ver con el film y que afortunadamente se encamina al olvido). Además, hacia el final se siente un relleno y una repetición de ideas, lo que da lástima, porque desperdician la oportunidad de darle una identidad propia al film.
A pesar de todo, esta producción merece ser vista por los seguidores de Curly, Larry y Moe. El que busque volver a ver a ese trío de locos lindos tendrá lo que pide (en particular gracias a una buena dirección por parte de los hermanos Farrelly y por muy buenas actuaciones de Diamantopoulos, Sasso, Hayes y David), mientras que el que quiera algo más acorde al humor de hoy saldrá decepcionado. Al fin y al cabo, es para salir del cine queriendo tener corte taza.