Hubo una época, allá lejos y hace tiempo, que en la mente de un niño El Zorro podía vencer a Batman y D’Artagnan, al menos en gustos a la hora de soñarse héroe. El romanticismo de la capa y la espada, hijo de la literatura primero y del cine luego, marcó a más de una generación. No había rayos láser que desintegraran al enemigo en segundos, sino la tensión de un duelo a muerte.
Esa épica aventurera -explorada meticulosamente en la obra de Alejandro Dumas- es la que recoge el director francés Martin Bourboulon para rendirle tributo a una novela ícono de la cultura de su país. Como era de esperar el homenaje es a lo grande y, hasta por momentos, desproporcionado.
Sobre la historia no hay nada que no se haya visto antes. D’Artagnan (François Civil) llega a París con la intención de convertirse en mosquetero. Luego de una pelea en la que es dado por muerto (que el director filma cámara en mano, en un largo travelling que marcará el tono de la acción de ahí en más), el muchacho queda en el medio de una conspiración contra el rey Luis XIII (Louis Garrel), perpetrada por el cardenal Richelieu (Eric Ruf) y Milady de Winter (Eva Green).
El film se toma algunas licencias en relación al texto original, por ejemplo bajándole el tono a la tensión sexual que impera en el texto de Dumas, pero a grandes rasgos respeta sus puntos salientes. El accidentado primer encuentro de D’Artagnan con Athos (Vincent Cassel), Porthos (Pio Marmai) y Aramis (Romain Duris), el pasado trágico del primero, la transformación del protagonista de adolescente a hombre, conforme a la responsabilidad que le toca llevar; y por supuesto los combates, más brutales y menos estéticos que en versiones anteriores. Hasta el director se da el lujo de dejar la historia en puntos suspensivos… a la espera de una conclusión que llegará recién en el último trimestre de este año.
Los tres mosqueteros: D’Artagnan aprovecha el millonario presupuesto que costó su realización, replicando fastuosamente la época en la que se desarrolla la historia (Francia en el siglo XVII), sumando un ritmo vertiginoso a los enfrentamientos cuerpo a cuerpo tan vistosos como repetitivos, y contando con un elenco impecable. Vincent Cassel le da a su Athos una dimensión que siempre estuvo en la novela, pero nunca en el cine. Mientras que la Milady de Winter de Eva Green podría tener un mayor lucimiento, aunque es probable que eso quede para la conclusión que, no por casualidad, lleva su nombre.
Sin los brillos de muchas de sus antecesoras, esta nueva versión de Los tres mosqueteros es más oscura, trágica, sin por ello perder cierto espíritu lúdico que viene de la mano en una historia de estas características. Si es mejor o peor que otras será una cuestión de gustos, probablemente condicionados por retazos de una memoria emotiva, pero no quedan dudas de que este film es una de las adaptaciones más respetuosas que se han hecho sobre la obra de Dumas, un clásico de la literatura mundial que renace en tiempos de inteligencias artificiales, a estocada, acero y muerte.