Para Borges, un clásico es aquel libro que a lo largo del tiempo distintas generaciones lo leen con “previo fervor y una misteriosa lealtad, como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término”. Borges no busca la condición de clásico en los méritos del texto sino en cómo las diferentes lecturas lo saturan de nuevos significados.
La lectura de Martin Bourboulon de Los Tres Mosqueteros: D’artagnan es conservadora, reverencial, como si lo que estuviera resignificando fuera la cultura contemporánea: ante tanta relación líquida, el amor a primera vista; ante el derecho a la agresión anónima de las redes, el duelo y el honor; ante la indolencia, las pasiones fuertes; ante las identidades intercambiables, los mandatos existenciales; y ante la globalización virtual, la patria como algo que vale la pena jugarse la vida.