Anacrónica y desprolija versión del clásico de Alejandro Dumas
La obra literaria de Alejandro Dumas fue adaptada y readaptada al cine muchas veces, con resultados más o menos exitosos y casi siempre entretenidos. Las características de folletines decimonónicos como Los tres mosqueteros o El conde de Montecristo parecen calzar cómodamente en la forma de los films de aventuras. Tal vez por eso, cada tanto aparece una nueva versión que intenta que algo de aquellas ingeniosas historias se contagie a los deslucidos guiones del género en la actualidad. Algo que no ocurre en la película de Paul W.S. Anderson. Conocido por adaptar el videojuego Resident Evil al cine, el director británico y sus guionistas, Alex Litvak y Andrew Davies, consiguen transformar un jubiloso relato clásico en un pastiche absurdo, anacrónico, y a sus protagonistas, en los personajes más molestos de todas las versiones pasadas (y futuras posiblemente también).
Todo comienza bastante bien, con la representación del polvorín que era Europa en el siglo XVII a través de ejércitos de soldaditos de plomo y bellos mapas antiguos que pronto serán reemplazados por filas de militares creados digitalmente con tanto descuido que todo vira hacia a la animación, aunque ésa no haya sido la intención. Claro que el exceso digital no sería más que una anécdota si Los tres mosqueteros no consiguiera herir de gravedad a la leyenda de los personajes que le dan nombre.
En esta nueva aventura, Athos (Matthew MacFayden), Porthos (Ray Stevenson) y Aramis (Luke Evans) empiezan robando los planos de un prototipo de Leonardo da Vinci con el que Francia planea construir una cruza de galeón y globo aerostático que le otorgará al reino que lo tenga el dominio de todo el continente. Así, junto a Milady de Winter, los mosqueteros se harán de los planos sólo para ser traicionados por la mujer, doble agente que trabaja para el duque de Buckingham (Orlando Bloom). La inescrupulosa espía es interpretada con notable torpeza por Milla Jovovich, protagonista de la saga Resident Evil y esposa del director, un dato que se menciona porque sólo el nepotismo puede explicar las numerosas escenas en las que aparece su personaje utilizando movimientos vistos en películas de acción, de Matrix en adelante, que nada tienen que hacer en este relato. Lo mismo puede decirse de la desafortunada elección de Logan Lerman ( Percy Jackson y el ladrón del rayo ) para el papel de D'Artagnan. Con el tono del alumno más canchero -e insoportable- del colegio, el actor norteamericano hace lo posible por quitarle todo lustre a un personaje legendario.