Espadachines en decadencia
Recuerdo cuando vi en 1995 Mortal kombat y pensé que era una película mucho más copada que Street fighter, estrenada el año anterior. Ahora me doy cuenta que el copado era Jean-Claude Van Damme, que rechazó el papel de Johnny Cage en la primera y prefirió a encarnar a Guile en la segunda. El film de Paul W.S. Anderson era exageradamente ceremonioso, construido como un manual de autoayuda con toda una parafernalia de efectos especiales sin verosimilitud. En cambio, la película de Steven E. de Souza era un disparate repleto de autoconciencia, que delataba permanentemente su artificio y hasta armaba una trama subversivamente política.
A De Souza lo condenaron por completo, como si hubiera atentado contra una de las grandes propiedades artísticas de la historia. Por otro lado, Anderson fue construyendo una carrera tan variada como despareja: la fallida cinta de horror Event Horizon; el interesante western de ciencia ficción El último soldado; las esquemáticas Resident evil y Alien vs. Depredador; y la discreta pero cumplidora Carrera mortal.
Ahora le toca adaptar esa gran saga literaria que es Los tres mosqueteros, escrita en el Siglo XIX por ese genio de la palabra escrita que era Alejandro Dumas. Pero Anderson no es precisamente un genio, ni siquiera una mente realmente creativa: sus productos no tienen una imaginación de gran altura y dependen bastante de los guiones o de algún actor sólido. Por eso en este film no hay personajes realmente bien configurados, sino meras insinuaciones, que responden a esquemas previos vinculados vagamente con las novelas, pero no realmente conectados.
Se podría poner como excusa que Anderson va en busca directamente de la acción y que no está interesado en delinear tanto a los protagonistas, porque apunta a un público que ya conoce el mito fundante de Los tres mosqueteros. Pero sería una floja justificación, ya que siempre se necesita montar un andamiaje consistente que respalde lo que se está contando. Encima, el director falla en entregar secuencias de impacto realmente espectaculares: su puesta en escena es pobre y esquemática, abusa de los planos cortos y no aprovecha adecuadamente el 3D.
Los tres mosqueteros tiene varios nombres interesantes en su elenco, como Christoph Waltz, Milla Jovovich, Logan Lerman y Matthew MacFayden, pero todos aparecen en piloto automático y desdibujados, en gran parte por culpa del guión. Otros, como Orlando Bloom, quien encarna al Duque de Buckingham, o Freddie Fox, en el papel del Rey, son directamente insoportables, a tal punto que anulan la narración cuando aparecen.
Fallida a todo nivel, Los tres mosqueteros no es un fiasco gracias a que se basa, precisamente, en un material de enorme estatura. Aún así, lo que queda como recomendación, para pasar el mal trago, es rever la versión de 1993 dirigida por Stephen Herek, que era ágil, divertida y con un cast in plein forme. Sólo se necesita un poco de imaginación y atrevimiento para trasladar la literatura clásica a la pantalla grande. Pero ni eso tiene Anderson.