Espadachines fuera del canon
Esta versión 2011 de “Los tres mosqueteros” no es la primera que se sale del canon para la adaptación de la popular novela folletinesca de Alejandro Dumas (basta con recordar la versión que Richard Lester firmó en 1973). En ambos casos se presenta una versión modernizada, adaptada al espectador del presente. Lo que se echa de menos en esta flamante versión es el original sentido de la aventura, casi ausente en estos mosqueteros demasiado infalibles, más ninjas que espadachines, siempre airosos ante situaciones insalvables, acusando apenas un golpe o un rasguño.
La película de Paul W.S. Anderson afirma su singularidad en una muy cuidada estética y la utilización de un humor que por momentos deforma a los protagonistas como ante un espejo circence, particularmente notorio en los personajes de Orlando Bloom como el duque de Buckingham, del cardenal Richelieu (Christoph Waltz) y del rey de Francia (Freddie Fox) llenos de tics, vanidosos y concentrados en la exterioridad de su vestuario.
En el guión hay una línea generacional bien diferenciada entre el joven e inexperto D’Artagnan, idealista y campesino, que se une a los experimentados mosqueteros Athos, Porthos y Aramis. A cargo del primero, están los ideales y el romanticismo que contrastan con las decepciones de los demás, particularmente de Athos, quien afirma escépticamente creer sólo en el poder de la espada, del dinero y de la embriaguez. Todos comparten, eso sí, la valentía y la lealtad, una mosca blanca en un medio de intrigas y traiciones. Frente a este cuarteto heroico, se perfilan los villanos del cardenal y su espadachín tuerto, aportando perfiles interesantes y muy bien actuados por Christoph Waltz y Mads Mikkelsen, un malo convincente y obsecuente, que siempre apela a malas artes, un rubro al que también se incorpora la magnífica Milla Jovovich como Milady de Winter, quien enriquece su papel de fémina malvada con sus conocidas dotes de acrobacia.
Anacronismos y espectacularidad
El espíritu propio del cómic, la estética de videogame, los anacronismos, música grandilocuente, tomas aéreas y demás, le otorgan al film una espectacularidad con resonancia hueca que se intenta inflar aún más con aeronaves y otros artefactos de imposible existencia en la era de Dumas, a pesar de que los dirigibles no existieron hasta el siglo XVIII. Aun así, el argumento justifica su presencia en la primera secuencia, donde se buscan planos secretos atribuidos a Leonardo Da Vinci, a quien se atribuye haber diseñado estos navíos colgando de enormes globos de aire.
En cuanto a las localizaciones, la película se filmó mayoritariamente en la zona de Baviera, Alemania y Francia, resaltando la belleza de algunos escenarios como Notre Dame, las fiestas en el jardín de Versalles y los despliegues de batallas en los cielos.
Sin duda, los puristas del género de aventuras y los amantes del clásico de Alejandro Dumas no disfrutarán con la nueva adaptación cinematográfica, más cerca del cuento de hadas que del folletín de aventuras, pero quienes puedan transigir con la nada convencional versión a la hora de fidelidad al clásico se encontrarán con un trabajo técnico exquisito, vestuario maravilloso y las escenas de duelos a pura espada, filmadas con pericia notable y en tiempo real, donde se destaca el duelo entre el joven D’Artagnan y su antagonista sobre los techos de Notre Dame de París.