Hay una corbata en mi sopa.
El cine de Alex Van Warmerdam desnuda las miserias de la burguesía local mediante circunstancias absurdas, humor negro y diálogos sarcásticos. Un elemento perturbador, como la corbata en la sopa, puede desencadenar situaciones extremas que son neutralizadas por una puesta en escena sobria, que le permite al director atravesar las fronteras de la fábula social con grandes dosis de diversión cáustica. Sus películas (en las que también actúa, junto a su mujer) tienen una estructura dramática semejante, con climas opresivos que el absurdo se encarga de aligerar. En este caso, el director utiliza como excusa los últimos días de Emma, una mujer enferma que espera que le llegue la hora en su mansión, rodeada de un personal exageradamente servil. La dueña de casa manipula a su antojo a los sirvientes que, a poco de comenzar, descubrimos son el marido, la hija y otros parientes que esperan con impaciencia su muerte para cobrar una suculenta herencia. Al principio todos cumplen su papel a la perfección conformando un ballet burlesco, pero el juego al que son sometidos despierta de a poco las frustraciones de cada integrante de la familia. A pesar del contexto extravagante, todos los personajes resultan creíbles, incluso el perro que, en una delirante puesta en abismo, interpreta el propio director.
La última película de Van Warmerdam refuerza el carácter amoral de su cine. La ambigüedad permanente que atraviesa el relato motiva un juicio de valor sobre el contenido de un sándwich, en tanto que el asesinato es sólo una anécdota. Lo mismo ocurre con la apasionada hija de Emma, que busca alivio sexual con un desconocido mientras todos los demás pasan rutinariamente cada noche por la puerta de su dormitorio para probar suerte. Entretanto, la vieja cascarrabias se toma mucho tiempo para morir e incita a sus subordinados a la rebelión con pedidos cada vez más absurdos, en el curso de una intriga que, sobre el final, cambia las reglas de juego. A esta altura, el delirio flaquea y el desenlace resulta demasiado convencional para una película que se juega por los extremos logrando que todo parezca normal. A pesar de este reparo, Los últimos días de Emma Blank es la adaptación cinematográfica realista de un guión increíble, una película oscura y cínica con un timing cómico perfecto.