Dinero por nada
El filme holandés habla de la codicia familiar.
El cine, la literatura y el teatro han dado cuenta de familias nada convencionales, con secretos mejor o peor ocultos, pero la de Emma Blank sí que se las trae. Cuando un señor de traje llama a un personaje en la cocina, chasquea los dedos y mira hacia abajo, como si se tratara de un perro. En efecto, el hermano de Emma oficia de mascota. Y el mayordomo -el hombre de traje- es su esposo. Y la sirvienta es su hermana, el jardinero, su sobrino, y la mucama, su hija. ¿Es que están todos locos en Holanda?
Lo peor es que no se trata de ningún juego. Los últimos días de Emma Blank se centra en el personaje del título, una mujer que ronda los 60 y que da indicios de estar gravemente enferma. Por la casa que habita uno imagina que la familia ha tenido un buen pasar. Y poco a poco el director Alex van Warmerdam permite intuir, cuando no se hace explícito en algún diálogo, que la relación de entre Emma y sus humillados parientes se basa en la explotación -al hermano perro lo manda a excretar al jardín, y su sobrina junta lo que hace con una palita- y en que la señora tendría una importante herencia para repartir entre sus futuros deudos.
Combinación de comedia, absurdo y ridículo con un drama potente, la nueva realización del director de Ménage à trois dejará con la boca abierta a más de uno. No tanto por cómo puedan identificarse con alguno de los personajes -algo que no es sencillo, y si lo fuera, habría que tener coraje para admitirlo-, sino por el grado de codicia puesto de manifiesto por todos.
Como las acciones transcurren prácticamente en el interior de la casa, con esporádicas salidas de la hija hacia la playa o la laguna, el relato guarda ciertas similitudes con una obra teatral, casi de cámara. Pocos personajes, mucho diálogo, pero bastante es lo que acontece dentro de esas cuatro paredes pintadas de negro por fuera.
Los últimos días de Emma Blank es el tipo de película que no se podría sostener sin actuaciones sólidas. Y vaya que las tiene. Emma es Marlies Heuer, y quien juega el rol del perro es el mismísimo director. Por qué se habrá quedado con tal papel es materia opinable, o hasta para que lo dilucide un psicoanalista.