Ellos son amigos desde la adolescencia. No son muy apegados al trabajo, se podría decir que son perezosos. El esfuerzo que lo haga otro, no están para esas cosas. Por ese motivo es que hace unos años decidieron mudarse a un pueblito playero, ubicado en las costas uruguayas del Río de la Plata. En ese sito llamado pretenciosamente Pueblo Grande transcurre este film, en una coproducción argentina-uruguaya.
El Perro (Juan Minujín) tiene como trabajo formal cortar el pasto de los jardines de las casas importantes del lugar. Está casado con la Flaca (Vanesa González), la única enfermera del pueblo, y tienen dos hijos chicos. Por otra parte, su amigo el Gordo (Néstor Guzzini) es soltero y tiene la tarea de encargarse del mantenimiento y cuidado del único hotel que hay allí, cuando no es temporada veraniega y se encuentra totalmente deshabitado. Ambos en la zona de la piscina desarrollan lo que podríamos decir como un “emprendimiento” económico. Eso es, el cultivo de las plantas de marihuana, para luego comercializarlas.
Mientras se encuentran ejerciendo dichos menesteres llega a Pueblo Grande un nuevo comisario, Chassale (Ricardo Couto). Es un veterano que está cansado de la vida y de su ex mujer. El único bien material que conserva es un viejo auto, y ahí es donde duerme desde que se separó.
Gabriel Drak planificó una película con una estructura policial clásica, donde lo que predomina es la liviandad y ciertos toques de humor. Lo atractivo es ver lo que hacen estos dos perdedores con sus vidas, porque hace tiempo están escribiendo un guión cuyo tema central es la queja en contra del sistema y de quienes lo ejecutan, pero nunca lo terminan.
Con un ritmo constante y parejo, con el segundo plano de una mezcla de música instrumental e incidental notoria que sostiene con mayor dramatismo los momentos álgidos de la narración, se suceden las escenas que están construidas para hacer avanzar a la historia y justificar las acciones siguientes.
Cada personaje está diseñado en función de lo que se está contando. Ambos están casi todo el día medianamente drogados, bajo la influencia de fumar cigarrillos de marihuana, hasta que los despabila la diosa fortuna y allí comienza otra historia. Los enemigos acechan, las dudas y temores se multiplican.
Como una partida de ajedrez van transcurriendo los momentos. ¿Ganarán los buenos o los malos? O cabría mejor preguntarse si hay alguno decente entre todos ellos, porque el final sorprende por su resolución. Quienes parecían ser una cosa, terminaron siendo otra. Y en este punto habría que reflexionar porque empaña un poco todo lo bueno que veníamos viendo, al no haber una información previa contundente de cómo van a accionar los personajes y cómo actúan finalmente, que generan ciertas incógnitas. Como las de saber quién se saldrá con la suya, ¿el que se cree más piola, el inocente, o el sagaz?