Relaciones naturales.
Proveniente de una familia en la que se respira cine, Nicolás Puenzo es -como se pueden imaginar si no lo sabían- hijo de Luis y hermano de Lucía, ambos directores con trayectoria y peso en el ambiente.
Nicolás es también director de fotografía, trabajó junto a su hermana en Wakolda, y en el film de Sergio Bizzio Bomba; lo cual se nota a la hora de apreciar Los últimos.
Pero para analizar su ópera prima en contexto, es más adecuado retrotraernos a su anterior experiencia como director (o Co-Director junto a Lucía): la serie televisiva Cromo.
Tanto en Los últimos como en Cromo hay un claro mensaje sobre el manejo que hacen las grandes corporaciones internacionales jugando con la salud y la vida de la población. Un mensaje ecologista y, si se quiere, anti capitalista.
Nicolás, que además es guionista de ambas, es claramente un realizador preocupado por lo que lo rodea, no pareciera pretender hacer ficción por el solo hecho de entretener. Se relaciona con los temas que trata (los recursos naturales) de modo claro y no teme a la bajada de línea directa. Punto a favor para quien no elige la media tinta.
Pero a diferencia de lo que sucedía con Cromo, donde el asesinato de una bióloga guiaba todo el relato (descubriendo el velo detrás de los personajes que rodeaban ese hecho de modo macabro respecto a la contaminación de ríos por parte de una curtiembre), en Los últimos primero está el mensaje de alerta, y alrededor de él se intenta construir un relato acorde a las circunstancias.
Ciencia ficción a consciencia:
El cine argentino se ha ido animando al cine de género cada vez más a menudo y de modo más cómodo. Cine de terror, acción, policiales y comedias de fórmula vienen siendo en los últimos años moneda corriente. Sin embargo, la ciencia ficción sigue siendo una suerte de debe, salvo honrosas excepciones.
El anuncio de Los últimos resultaba auspicioso en ese sentido: ciencia ficción apocalíptica sobre un futuro distópico, un elenco de figuras, y detrás de cámara la familia Puenzo en guion, dirección, y producción, para asegurar un producto de calidad.
La realidad es que Los últimos pareciera tomar a la ciencia ficción casi como una excusa, plantea un ¿qué pasaría sí? no muy descabellado, para luego atenerse a una realidad bastante tangible. Para ser claros: la película se ubica en un campo de batalla fronterizo que no existe, pero lo que sucede es bastante tradicional a lo que sucede en cualquier película con campo de batalla que no sea estrictamente bélica.
En un futuro cercano, las corporaciones internaciones, junto a los grandes países del Norte, han atacado al Cono Sur en una desatada guerra por el agua (algo que ya se viene advirtiendo desde hace bastante tiempo con cierto asevero en charlas, libros, y hasta documentales). La población ha sido diezmada y el territorio arrasado. Todo es un inmenso campo de batalla sitiado por soldados, cuarteles, y minas terrestres.
Yaku (Juana Burga, debutante) y Pedro (Peter Lanzani, cada vez más afianzado y alejado de la estrellita juvenil) son una pareja de refugiados que deben atravesar la frontera y llegar al Océano Pacífico para proteger a Yaku y su embarazo.
El trayecto es de lo más complicado y huir no será fácil. En el medio deberán pasar por varios inconvenientes y personajes que pondrán su piedra en el camino, también habrá de los otros.
Uno de esos personajes que se cruzan es Ruiz (Germán Palacios), un periodista gráfico o fotógrafo que en un principio pretende usarlos como imagen sensacionalista, para luego, de a poco, ir concientizándose y tomar cartas en el asunto. Ruiz son los ojos del espectador.
Huir ¿hacia dónde?
No sería la primera vez, ni mucho menos, que la ciencia ficción apocalíptica toma como centro a un grupo de personajes que deben cruzar un tramo en forma de road movie. Sin ir más lejos, la primera Mad Max es eso. Sin embargo, el mayor inconveniente aquí es que Nicolás, Luis y Lucía Puenzo desde el guion, no parecieran saber mucho qué hacer con ello.
La historia de Los últimos rápidamente queda chica y la narración se vuelve confusa, apelando a metáforas algo obvias, a una sucesión de tiempos muertos, y a una poética que hubiese quedado acertada en determinados momentos pero que, al ser utilizada de modo permanente, abruma.
En Los últimos se habla de la escasez de agua potable, de las grandes corporaciones inescrupulosas, del norte atacando al sur, de la manipulación periodística, y del respeto a la comunidades originarias, sin dejar de lado un ejemplo de la tarea humanitaria de los médicos sin fronteras. Quizás todos esos hechos estén conectados, y es así, pero a la hora de plasmarlo en un guion resulta demasiado y hace que se olvide de hacer avanzar el relato.
Visual y técnicamente hablamos de un producto destacado, con planos secuencias, una fotografía inmensa que aprovecha los escenarios desérticos, y un acompañamiento musical acorde a la pesadumbres que se quiere imprimir.
Lo mismo podríamos decir del rubro interpretativo. El trío protagónico luce correcto, Burga se amalgama bien con dos actores con más experiencia, Lanzani como dijimos está a la altura de la circunstancia alejándose de sus personajes más conocidos, y Palacios se presenta tan convincente como siempre. En los secundarios, en papeles chicos, Luís Machín, Natalia Oreiro y Alejandro Awada se sobreponen a roles algo arquetípicos y funcionales al momento del guion, con interpretaciones correctas.
Pero este esmero técnico y actoral no es completado con algo fundamental: una historia clara que avance correctamente.
Conclusión:
Nicolás Puenzo en su ópera prima Los últimos está más atento en dejar una postura ideológica que en presentar una narración atractiva. La cáscara de ciencia ficción presenta una palpable realidad apocalíptica que se dispersa en medio de una poética excesiva. Los sobresalientes rubros técnicos y la labor correcta del elenco no alcanzan a apuntalar su resultado final.