En su opera prima como realizador, el director de fotografía oriundo de Misiones retorna a su provincia para contar la historia de un grupo de amigos en esa divertida pero a la vez complicada etapa que va de la adolescencia a algo parecido a la adultez.
El director de fotografía de filmes como LA PATOTA, LOS DUEÑOS, REIMON y CASTRO, entre otras, oriundo de Misiones, “vuelve” a su provincia para contar en LOS VAGOS una historia de jóvenes en un momento transicional de sus vidas, un verano que puede ser el último de su adolescencia antes de pasar a tener mayores responsabilidades. El formato fue tratado muchas veces en el cine norteamericano y suele funcionar especialmente bien en pueblos chicos o ciudades de provincia de las cuáles los jóvenes tienden a querer irse hacia grandes capitales. Biazzi aplica con mucha inteligencia ese formato a una versión local, con las particularidades culturales específicas, centrándose en un grupo de amigos pero poniendo el eje en uno de ellos, Ernesto, que está en pareja pero que no puede dejar de buscar aventuras a lo largo de noches de fiesta y encuentros con amigos.
Si bien la película, un poco a la manera de DAZED AND CONFUSED, de Richard Linklater (o la más reciente EVERYBODY WANTS SOME!), pone el eje en un grupo de varones sexualmente voraces y sus divertidas pero a la vez un tanto patéticas idas y vueltas con el sexo opuesto, el filme de Biazzi va de a poco dejando las desventuras cómicas para poner el eje en las consecuencias y conflictos que esa forma de actuar le va generando al protagonista. LOS VAGOS tiene, en cierto modo, la estructura de una fiesta descontrolada, que comienza con risas, alcohol y seducción pero que muchas veces termina, a la mañana siguiente, con una importante resaca y consecuencias de las que hacerse (o no) cargo.
En ese sentido la película no es previsible ya que los protagonistas no apuestan necesariamente a ser del todo simpáticos (hay algo de argentos cancheros en plan levante que los vuelve un poco irritantes) y Biazzi parece consciente de ese carácter un tanto depredador de sus criaturas. Pero, a la vez, tampoco los condena severamente. Como una especie de hermano mayor de los protagonistas, lo que hace es observarlos sin juzgarlos del todo pero dando a entender que ya pasó por eso y sabe cómo suelen terminar esas cosas. Una muy buena opera prima que recuerda con cariño (pero sin nostalgia) el final de una época en la vida.