El último verano
Gustavo Biazzi es uno de los directores de fotografía argentinos más relevantes de la actualidad. Sus trabajos recientes incluyen films como La Patota (2015), Fin de semana (2016), El cielo del centauro (2015) o Los dueños (2013). Ahora, debuta en la dirección con Los vagos (2017), una historia iniciática sobre el paso de la adolescencia a la adultez filmada en las ciudades de Posadas e Ituzaingó (Misiones).
Ernesto está estudiando en Buenos Aires y comenzado el verano vuelve a su ciudad natal para pasar las vacaciones con familiares y amigos de la infancia. Entre asados, tardes de sol, viajes en lancha y enredos sentimentales transcurren los días abúlicos de la adolescencia que termina y una adultez que no se quiere asumir.
Ambientada en una época donde los celulares no manejaban la vida de las personas, Los vagos es una película de tránsito, de pasaje, de crecimiento, pero con la particularidad de tomar a un grupo de jóvenes provincianos, en este caso misioneros, cuya idiosincrasia y costumbres pueden resultar diferentes a la de cualquier muchacho de la misma edad que vive en cualquier otra provincia argentina y más aun en la ciudad de Buenos Aires. Y por eso, desde entrada la historia debe ubicarse en ese contexto espacial, en donde los tiempos y el modo de actuar pueden resultar ajenos a como uno lo vive (o lo vivió). Esa parsimonia con la que se mueven Ernesto y sus amigos, en medio del desorden, la despreocupación, la apolítica y la ausencia de responsabilidades hace que la película se vuelva fría, distante, ajena a lo que sucede, provocando cierta apatía adrede, en contraposición al uso de una fotografía cálida y de claroscuros.
Con referencias al cine de Richard Linklater y al humor seco de Judd Apatow, Biazzi transita casi en paralelo al personaje por el pasaje de la fotografía a la dirección, tal vez con más certezas que dudas, con más seguridades que titubeos, y con un futuro mucho más auspicioso que el presente de Ernesto.