[REVIEW] Los Vagos: Dejando los vicios atrás.
Amigos, calor y una intoxicante nostalgia durante fines de los ’90.
Esta opera prima de Gustavo Biazzi viene perfecto para la maldita costumbre argentina de recordar con cariño tiempo menos peores; y, ¿porque no?, va bárbaro para ver si de paso se aprende algo. Los Vagos es un relato post-adolescente dispuesto a celebrar melancólicamente momentos que hace falta recordar con menos nostalgia.
La experiencia como director de fotografía de Biazzi se hace notar en esta carta de amor a la adolescencia, con una realización realmente destacable tanto desde lo visual como con una musicalización que seguramente consiga alguna que otra sonrisa. Aunque poco a poco vamos a entender que la nota terminó de escribirse con la reflexiva bendición de haber superado la ruptura.
De la misma manera, aunque la cinta arranca literalmente festejando a la novia también se apura a dejar este amor de lado. El nombre del film hace referencia obviamente al grupo de amigos de la infancia del protagonista, con los que se reconecta los veranos en que vuelve a su Misiones natal desde Capital. La película explora como estas amistades resultan toxicas, colaborando con un hombre que a pesar de estar pisando los 30 insiste en rendirse a su comportamiento adolescente.
El film puede resumirse simplemente como una secuencia de escenas alternando entre momentos en que nuestro protagonista se deja ser con sus amigos y algunos momentos en que, usualmente obligado, lo vemos (dándose cuenta o no) confrontarse con su enmascarada realidad, como en esas escenas en que otros personajes le piden reconsiderar su inmadurez, puntualmente su trato a las mujeres. Se trata claramente de una visión sobria de tiempos pasados que resultan muy tentadores para recordar nostálgicamente, pero que finalmente resulta imposible hacerlo sin ejercer un introspectivo mea culpa. Es justamente eso último, lo que Los Vagos termina siendo.
Pero finalmente, el problema más grande es que el film parece muy fácil de malinterpretarse. Aunque alterna la moral de sus secuencias, en ningún momento (ni siquiera en un final con muchos cambios) se mezclan el agua con el aceite. De esta manera quedamos con un groso de escenas que parecen un festejo vacío de un modo de vida tan anticuado como inapropiadamente incivilizado, haciendo posible que las migajas de sentido y moral que están sembradas en la cinta puedan perderse ante los ojos de algún espectador despistado, atrapados en la celebración de lo tóxico o con nauseas por la testosterona hueca.
Los Vagos termina siendo un noble intento, realizado de forma tan excelente como desequilibrada. Un trabajo destacable que marca un gran debut para su director, aunque para aquellos que necesiten una moral más directa en su entretenimiento encuentren varias cosas irritantes en este caluroso relato de machismo noventoso.