El último verano
Una joven pareja está esperando el último examen en la universidad de Buenos Aires para poder volver a su Posadas natal, donde planean pasar las fiestas con sus familias y amigos que pasaron todo el año sin verlos, antes de seguir viaje a sus vacaciones en Brasil.
Pero a Ernesto, con sus amigos lo esperan los cómplices de siempre y las costumbres de una adolescencia que ya está dejando atrás aunque no termine de amoldarse.
Los días se pasan al sol y de fiesta con sus amigos los vagos, emborrachándose e intentando seducir a cada chica que se cruce en su camino, sin medir las consecuencias que ese impulso irresponsable podría tener en la vida que construyó el resto del año.
Bañados por el sol y el alcohol
El conflicto central de Ernesto es bastante previsible y no se desarrolla con mucha sorpresa; vemos cómo viene el tren de frente y queremos gritarle que se corra, sabiendo a la vez que a esa edad difícilmente alguien querría escuchar la advertencia, y que hay lecciones que solo se aprenden por las malas. A falta de una traducción adecuada, Los Vagos es un coming of age de código localpoblado de jóvenes veinteañeros de principios del milenio, en tiempos donde las redes sociales y los celulares no eran herramientas diarias para la seducción ni para mantenerse en contacto a larga distancia.
La narración tiene un buen ritmo, que quizás acercándose al final se siente algo estirada, y las actuaciones son más que correctas pese a que solo unos pocos tienen alguna oportunidad de mostrarse: los secundarios quedan bastante desdibujados, sin que ello se sienta como un problema mayor pues se prefiere construir un ambiente general más que personajes específicos. Es ese ambiente de época lo que resulta más atractivo de Los vagos, especialmente para una generación de treintañeros que recordarán con algo de nostalgia sus últimos años de adolescencia. O al menos las partes que no estén demasiado borrosas y giratorias.