FRAGMENTOS DE LA JUVENTUD MEDIOCLASISTA
Nuestro país tiene locaciones que son idóneas para crear una estética realmente bella y visualmente atractiva. Eso se puede ver en Zama, de Lucrecia Martel, quien filmando en Formosa y Corrientes principalmente, logra escenas de una calidad visual y una belleza que nos permite salir de la mirada porteña del cine de Buenos Aires. Algo similar sucede con Los vagos, ópera prima de Gustavo Biazzi, quien nos cuenta la historia de un grupo de amigos que vacacionan en Misiones.
La película no tiene aires de crítica social o una reflexión sobre la problemática actual de los adolescentes, sino que se centra en narrar una historia entre tantas otras que podrían haber explicitado la realidad de los jóvenes de clase media de la Argentina. La historia se centra en Ernesto, el protagonista de un viaje vacacional que acarreará distintas situaciones que afectarán su vida y la de la gente que lo acompaña. No hay tragedia, no hay grandes dramas, ni grandes conflictos, simplemente se muestra el devenir de un grupo de jóvenes que aún se encuentran en ese pasaje entre adolescencia y adultez. Claro está que estos jóvenes son de una clase media que les permite justamente preocuparse más por dónde vacacionar y los problemas amorosos que se presentan siempre en la vida, que por muchas otras problemáticas actuales.
El film cuenta con una fotografía cuidada y bellamente estética, encontrando tomas y escenas de una composición poética destacable, aprovechando al máximo el paisaje que Misiones tiene para ofrecer. La acción dramática se centra en un solo aspecto de la vida de Ernesto, que es lo que hilvanará a las distintas historias secundarias que el relato presenta: su lado amoroso/sentimental. Y aquí está el pro y el contra de la película: anclarse en este solo aspecto de la vida constituye una simpleza en tiempos donde el feminismo efervescente que se ha instalado en la atmosfera de nuestra sociedad cuestiona este ítem social; aunque es verdad que también es un aspecto, si se quiere algo sencillo pero valedero, que también puede pasar en la vida de cualquier individuo, y no está mal que el cine argentino lo muestre como una realidad más y también como una forma de enriquecer las incumbencias de nuestra cinematografía. No todo el cine nacional tiene que apegarse a una estética siempre más enmarcada en la denuncia social o en la vanguardia experimental.
Los vagos deja incógnitas, dudas e inquietudes… ¿y qué es sino el arte? Un semillero que nos toca, nos traspasa y nos modifica cuestionando nuestra propia comodidad.