Tras su inocente fachada de película que refleja un momento particular en la vida de sus personajes, y, principalmente, su protagonista, “Los Vagos” desnuda el costado más misógino y repelente de gran parte de la sociedad argentina.
En cada uno de sus planos sobre la vinculación del protagonista con las mujeres que aparecen en el relato, hay una manifestación evidente sobre un estado de las cosas que nada tiene que ver con un momento actual que rechaza de cuajo la manera en la que estos hombres buscan en las mujeres sólo satisfacción y pasatiempo.
No es que esté mal que la realidad de esos personajes, con una mirada particular en un momento histórico, choque con la actualidad, al contrario, pero en la inconsistencia de las decisiones del protagonista, que por momentos se deja llevar por “los vagos” y por otros momentos recapacita y en soledad intenta otro vínculo, hay una distancia abismal que el director Gustavo Biazzi no puede sostener, a la hora de estructurar su pensamiento en el guion.
“Los Vagos” habla de la última etapa en la transición de la adolescencia a la adultez, mostrando a un grupo de jóvenes que deberán tomar decisiones mientras planifican algunas actividades en conjunto, las que siempre contienen alcohol y mujeres.
Los cuerpos de estos hombres son presentados como cuerpos deseantes, buscadores y a la caza de presas que les perpetúen esa camaradería de grupo cimentada en sexo y baile.
La mirada de Biazzi sobre su provincia, sobre los detalles que hacen a amigos y noches compartidas. Por otro lado la figura de la mujer, cuerpo a desear, destila misoginia por donde se la mire, y a pesar de saber que es otro momento del que se habla, una época sin celulares, whatsapp, mails, cero tecnología vincular, la abstracción no funciona cuando los enunciados desesperadamente evocan el gran machismo que plantea.
“Los Vagos” por supuesto, cuenta con una excelente fotografía, una cuidada iluminación, y una actuación que se destaca, contradictoriamente al planteo, la de Ana Clara Lasta, que compone a una mujer que se para delante del cabecilla del grupo con su humanidad, lo seduce, lo usa, y se retira.
Allí, en aquello que le pasa al protagonista con esta interprete, tal vez suceda lo más interesante de la película, porque ese personaje transformador colisiona mundos y ubica al personaje nuevamente en eje, ya no importando tanto su accionar, sino la lección que le han brindado.
Película fallida, con algunos momentos de exploración técnica potentes, no hay mucho más para destacar de un relato que prefiere sólo enfocarse en un motivo ya en decadencia, el hombre como macho alfa cazador y que en realidad termina fracasando en sus denodados intentos por regodearse en su poderío.