Ensamble autoconsciente.
Las transposiciones de Marvel marcaron un lineamiento del “deber ser” para los demás pasajes de las historietas al cine, a partir de la primera película de Los Vengadores. Desde entonces todas las películas sobre héroes y superhéroes de esta editorial cobraron una trascendencia superadora del simple supuesto nicho de fanáticos de los comics. Ya no es necesario haber pasado por el lenguaje historietístico para adentrarse sin temor en este mundo, el cual en apariencia necesitaba de un fanatismo extremista para entenderlo: todo eso quedó atrás. No obstante, siempre hay una cima y más allá de eso, nada más. Los Vengadores: Era de Ultrón podría ser, al menos, el punto de estancamiento de una fórmula o de una estrategia de recursos que ya proponen un estilo propio, al que se lo puede asociar a la manera de encarar superproducciones en el cine industrial del Hollywood actual.
En esta segunda parte, lo primero que se evidencia es el agotamiento de la sorpresa que generaba la primera película al mostrar el ensamble de todos estos superhéroes, algunos de ellos ya tenían una y hasta dos películas en modo solistas; los casos Iron Man, Thor y el Capitán América (probablemente la secuela, El Soldado de Invierno, haya sido la mejor de las películas de la franquicia). Tal valoración se puede sostener desde el siguiente argumento: Whedon no pierde un segundo, abre el telón con una batalla fuera de lugar que funciona como prólogo (a pesar de ser una película de casi dos horas y media), los personajes ya están en movimiento y peleando contra los malos en un país ficticio de Europa Oriental. Allí descubren que hay dos gemelos “mejorados” contra los que deberán medir fuerzas y cuyos poderes se asemejan más a personajes de X-Men. Wanda (Elizabeth Olsen), la más fuerte de los dos, tiene el poder de leer la mente y presentar el futuro a los otros delante de sus ojos, y Tony Stark (claro, Robert Downey, Jr.) ve el peor escenario posible: todos sus compañeros caídos, luego de una batalla. Es así que su perfil de científico loco se impone, por lo que busca la creación de inteligencia artificial para cuidar al mundo de cualquier ataque y -como todo personaje de esta calaña- su invento se le vuelve en contra: nace Ultrón (en la voz de James Spader), un ser tangible/ intangible capaz de meterse en las redes sin que nadie se lo impida. El único objetivo es la destrucción del mundo o -en términos narrativos- la mejor excusa para reunir a todos estos personajes y ponerlos nuevamente en acción.
Los Vengadores: Era de Ultrón parece, en términos formales, una tautología del mundo Marvel, y solo la secuencia del Hulkbuster (el traje creado por Tony Stark para “amansar” a Hulk) se desprende de la media de las secuencias de acción ya vistas en la película anterior. Aquí el gigante verde luce verdaderamente con el espíritu de las historietas, algo que nunca lograron ni Ang Lee ni Louis Leterrier en los films en solitario del personaje. Además, este fragmento es en el que mejor funciona la articulación entre acción y humor, una fórmula binaria que emerge como el caballo de batalla principal de la película. Whedon sabe mejor que nadie que la fortaleza está en los personajes, en el humor y en una dinámica de aventuras rellena de CGI. El creador de Buffy, la Cazavampiros promete, cumple y dignifica con absoluta autoconciencia.