Está claro que el mundo moderno necesita superhéroes, pero tantos juntos al mismo tiempo podría ser un exceso. Como está claro que para Marvel las orgías de personajes clásicos de comics cada vez son menos moderadas, no queda más remedio que dejarse llevar por esta moda que une a casi todos los personajes de Los Avengers (Iron Man, Hulk, Thor y el Capitán América) con los más coloridos Guardianes de la Galaxia, más otros personajes sin una afiliación rigurosa, como el psicodélico Dr. Strange.
A eso hay que agregarles los personajes secundarios, que en algunos casos funciona pero en otros puede pasar de situaciones de comedia picaresca a escenas de tortura intrafamiliares. Entendiendo que Marvel se guarda varios ases en la manga (este desenlace tiene una segunda parte a estrenar el año que viene), lo que se disfruta de esta "Guerra Infinita" es la interacción recelosa entre los diferentes superhéroes de universos paralelos, que hasta ahora jamás habían sabido nada de sus colegas. En ese sentido, esta tercera parte ofrece alegrías para los fans, a pesar de que hay personajes sin ninguna función que justifique los exagerados 149 minutos (el caso de William Hurt o Scarlett Johansson) y otros aspectos poco rigurosos, como mezclar planetas y ciudades pasando de Escocia a Wakanda sin escalas, y reciclando subtramas menores que no aportan nada. Cuando funciona, el asunto es grandioso. La mezcla de comedia absurda, autoparodia, superacción casi incesante, imágenes increíbles y dramas intempestivos entre la multicolor Zoe Saldaña, de los de los Guardianes, y su padre Thanos, grandulón totalitario -Josh Brolin- decidido a liquidar a la mitad de los seres del universo (para que la otra mitad la pase mejor).
Superior que la anterior secuela, esta parte tiene un defecto insalvable: repetir escenas casi calcadas de films tan recientes como "Black Panther", sólo que con menos nivel. La música de Alan Silvestri y el diseño de sonido tampoco pueden competir con ninguna de las 19 películas anteriores de Marvel.