Triunfo ¿y caída? de la monotonía virtual
Los artesanos Russo se mandaron una película monstruo que rinde todos los honores posibles al método del anti cine material. A diferencia de, por nombrar otro tanque contemporáneo, el digno episodio 7 de Star Wars, donde su director apostaba por un punto medio entre el CGI y el sudor salado, acá, quiénes sean los que estén detrás de este blockbuster, decidieron apostar por los más puros efectos visuales generados por computadora, por la nueva rotoscopia y la animación. Esta apuesta al CGI total, al trabajo minucioso de la imagen virtual, no le juega tan en contra a una película que también quiere ser un comic danzante; lo inmaterial y lo artificial convierten a algunas partes de la película en la más fiel representación cinematográfica de un comic que recuerde. No por la similitud con la historieta de Jim Starlin (el relato se apoya en The Infinity Gauntlet y no en The Infinity War), sino por las texturas de una puesta en escena irreal y casi dibujada. La cantidad de gente que trabaja en los efectos de Los Vengadores: Infinity War (Avengers: Infinity War, 2018) es incontable; los diez minutos de créditos finales dan muestra del pueblo Avengers; filas de laburantes como en las viejas villas que se armaban alrededor de una obra colosal. Película monstruo por ello y porque es seguramente la más ambiciosa del universo cinematográfico de Marvel.
Los legos en materia comiqueril sólo podemos esperar por el suspense que pueda ofrecer el relato, aunque sabemos que no es lo que el MCU prioriza en sus producciones estalladas de músculo virtual. Por ello, lo que se puede rescatar de este rejunte que Marvel estuvo preparando por años meticulosamente (la seguidilla de presentaciones individuales de los héroes iba a desembocar en el más ambicioso crossover) son tres puntos fuertes de las dos horas y media que quedan largas a pesar de la idea madre anfetamínica de ir por todo y a toda velocidad; a saber: el villano Thanos, interpretado serkisianamente por Josh Brolin, ciertos momentos brindados por los Guardianes de la Galaxia (que son los únicos que logran encastrar con gran timing la comedia y la acción), y una resolución del conflicto que, aunque deja en claro que habrá una continuación y por ello puede tomarse la libertad de desentonar a través de cierta oscuridad, movilizará a más de uno del excitado fandom marveliano.
La historia principal es simple y puede resumirse en la búsqueda de Thanos de las piedras del infinito. Una extraña pero a la vez directa trama de película de robos en la que unos treinta personajes de Marvel, donde el Tony Stark de Downey Jr. y el Dr. Strange de Cumberbacth parecieran ser, por poco, más protagonistas que el resto, se prestan la cámara entre todos armando un relato coral que seguramente enganchará al comiquero hardcore y al fanático de este nuevo cine de acción por las autoreferencias y las sobredosis de peleas pixel a pixel matizadas con humor infantil, pero no al espectador caza historias, al amante de la construcción del suspense. Avengers: Infinity War festeja diez años de producciones de Marvel como se esperaba, con una película picada con esteroides y asteroides, dejando una sensación de sobredosis, de testamento, de final de una era del cine popular americano.