Ahora sí estamos todos
El mayor crossover en la pantalla grande, como la propia Marvel lo autodenominó, finalmente llega a los cines de todo el mundo. Iron Man, Capitán América, el Hombre Araña, Thor, Hulk, los Guardianes de la Galaxia a pleno y literalmente decenas de otros personajes dicen presente en este cruce que, sin tratarse del final, promete ser el más dramático punto de inflexión en el universo marveliano, si de cine hablamos.
Más de veinte películas y cerca de diez series de TV componen el denominado Universo Cinematográfico de Marvel o MCU y Avengers: Infinity War (la decimonovena de las películas con otras tres confirmadas a estrenarse) es por lejos la más ambiciosa, disruptiva y espectacular que hemos visto en la vasta historia cinematográfica de La Casa de las Ideas.
Hechas todas las presentaciones y establecidos todos los personajes, el MCU entró en una fase que podríamos denominar de conflicto a partir de que sus grandes eventos (aquellos coincidentes con las películas que empezaron a reunir a varios de los personajes en una misma producción) tuvieron serias consecuencias a nivel global en términos de destrucción, caos y muerte. Nueva York, Sokovia y Nigeria fueron sólo algunos de los focos donde los Vengadores vieron acción que terminaron con considerables daños colaterales, por usar un eufemismo de Steve Rogers. En términos fácticos ésto decantó en una división interna que separó a quienes estaban a favor de que el grupo de superhéroes fuera controlado por un organismo dependiente de las Naciones Unidas y a los que consideraban que su autonomía debía permanecer intacta en lo que se denominó los Acuerdos de Sokovia. Captain America: Civil War, probablemente la más lograda de las películas del MCU en términos de profundidad temática, puso allí su foco con un Tony Stark abrumado por la culpa que acata los Acuerdos y un Steve Rogers asumiendo la responsabilidad y las consecuencias de sus actos pero rechazando el control externo. Ahora, cuando una amenaza titánicamente superior a este conflicto interno amenaza con acabar con la mitad de la población universal de un plumazo, las diferencias deberán hacerse a un lado.
Y allí está el punto de partida de Infinity War. Porque si la comentada división ideológica es lo que hila las películas del MCU en términos más abstractos, las Gemas del Infinito son las que proponen la continuidad desde lo fáctico. Espacio, Mente, Realidad, Poder, Tiempo y Alma son los elementos correspondientes a cada Gema que, por separado, le confieren a su portador control absoluto sobre uno de los seis campos mencionados. Juntas en una misma mano convierten a su dueño en el ser más poderoso del universo y justamente por ahí van los planes de Thanos, un dictador todopoderoso que se jacta de ser el único con la valentía suficiente para acabar con el problema de la superpoblación universal y sus consecuencias en términos de pobreza, hambre y enfermedad. Su método, no tan noble, consiste en hacerse con las Gemas para así tener el poder de erradicar a la mitad de los habitantes de cada planeta poblado.
Esta nueva propuesta de los hermanos Anthony y Joe Russo (directores de las dos anteriores de Capitán América y confirmados para la próxima de los Vengadores) gana un pleno en términos de apuesta al ritmo y equilibrio. La película no es tediosa, cuando al inicio nos ubica en tiempo y espacio (tarea titánica si tenemos en cuenta todos esos antecedentes que nos llevaron a este momento en particular) y dosifica a la perfección las distintas líneas argumentales que aportan a la historia un balance perfecto que mantiene al máximo los niveles de entretenimiento en todo momento, organiza los hechos prolijamente y le permite lucirse a cada personaje en un relato que los reúne pero no los amucha. Las escenas de acción proponen un juego para decidir cuál es más espectacular, el porcentaje de chistes es acorde a lo que se puede esperar de Marvel, hay apariciones rimbombantes, giros de todo tipo, amores, desilusiones, sacrificios, cameo de Stan Lee, escenas post créditos y todo con lo que el fanático viene soñando desde hace años.
El único apartado nos remonta a ese pequeño asterisco hecho sobre Civil War y su continuidad en esta nueva entrega. Si bien el calificativo de disruptiva se aplica a Infinity War, ésto se debe a lo que ocurre desde los hechos (no definitivos, vale aclarar) pero no desde la psicología de los personajes. En la mencionada cinta del año 2016 lo que rompía los esquemas de lo que podemos llamar “las películas de superhéroes” era que enfrentaba a los buenos contra los buenos. Ponía sobre el tapete el tema del control gubernamental sobre un grupo como los Vengadores y enfrentaba así a dos posturas tan polémicas como válidas, con las ramificaciones que esto conlleva. El personaje del Soldado de Invierno y sus acciones, voluntarias o no, separa de manera casi irreconciliable a Iron Man y a Capitán América desde fundamentos tan profundos como la culpa, la venganza, la justicia, el sacrificio personal, el bien de la mayoría y otros elementos que definen las acciones de estos personajes y sus seguidores. En Infinity War se pierde notablemente esta profundidad de contenido para volver a un esquema mucho más básico de los buenos contra los malos, con apenas algunos pocos atisbos de esos temas, que se abordan a cuentagotas y casi como excepción. Lo que pasa es impactante, sí, pero podría haber sido un poco más si hubiese estado sustentado sólidamente desde la narración.