Con un universo que comenzó a conformarse en la pantalla grande hace exactamente diez años, y con 18 films en su trayecto y desarrollo, Marvel alcanza el punto más álgido en su cinematografía con Avengers: Infinity War. A lo largo de esos diez años conocimos y vivimos con cada uno de los héroes comiqueros que saltaron de las páginas de los cómics hasta la pantalla con todo el respeto y fidelidad que merecen. Y detrás de ellos, la figura del mal que mueve los hilos. Todo lo establecido, toda la expectativa de juntar las historias y personajes hasta ahora conocidos era para llegar a este momento. Para conocer al gran y poderoso villano del universo, el titán loco Thanos (Josh Brolin).
Uno como espectador y seguidor de la saga Marvel ya está harto familiarizado con el grupo superheroico de los Avengers y todos aquellos personajes que se sumaron a su causa salvadora. Conocidos y queridos por igual, en este film ya no hay necesidad de presentación ni de que el grupo trabaje completamente en conjunto, sino más bien una estructura de división que permite el intercambio de equipos y personajes poniéndolos a brillar en distintos escenarios o con personajes de la saga con los cuales nunca antes se habían cruzado. Algo difícil de distribuir eficazmente y de que salga airoso en su fórmula, pero que sin embargo logra hacerlo de manera excelente con un elenco principal de más de una docena de personajes principales. Thanos busca equilibrio en el universo, y el film de los hermanos Russo lo tiene en todos sus aspectos.
Es así como cada arco de los protagonistas contiene la química y dinámica de equipo entre personajes muy disímiles o con personalidades contrastantes que le aportan tanto valor dramático como cómico, como Iron Man (Robert Downey Jr.) con Doctor Strange (Benedict Cumberbatch) y Thor (Chris Hemsworth) con Star-Lord (Chris Pratt) y sus guardianes de la galaxia. O incluso secuencias breves pero que logran una perfecta mezcla de estilos como la del Winter Soldier (Sebastian Stan) con Rocket Racoon (voz de Bradley Cooper) o el combate en conjunto de Black Widow (Scarlett Johansson), Okoye (Danai Gurira) y Scarlet Witch (Elizabeth Olsen) contra Proxima Midnight (voz de Carrie Coon), en lo que es la única escena poderosa de mujeres unidas en batalla y que de paso logra combatir un poco tanta testosterona amontonada.
El film encuentra una fórmula de balance entre el drama, la comedia y la acción más estruendosa pero también algo que en raras ocasiones sucede con proyectos que ponen tantos elementos sobre la mesa: una trama consistente y sustancial. Columna vertebral ligada al villano en cuestión. De manera arriesgada los hermanos Russo presentan y desarrollan por completo a Thanos exponiendo su concepción del personaje y con ella se atreven a que el público lo entienda. Los personajes que lo rodean y la constante sucesión de maravillosas escenas poseen un inmenso pulso de acción e imaginación visual que ayudan a la construcción y el manejo de una épica que llega a niveles desorbitantes y a la máxima potencia desde el primer minuto. Cada arco y lugar en el que encontramos a los personajes poseen cuantiosas dosis de acción, siendo quizá la mejor secuencia de todas aquella que acontece en el extinguido planeta Titan. Pero es la figura de Thanos, su complejidad y tridimensionalidad la que sostiene al film. Él es el porqué de la existencia del mismo.
Y es que la pregunta que hay que hacerse es si Thanos es del todo un villano. Como ser imbatible y super poderoso ocupa la cima de todos los oponentes del MCU (Marvel Cinematic Universe). Pero también se distancia de ellos gracias al trasfondo que se le es brindado, y por lo tanto, el entendimiento detrás de la masacre. Porque por vez primera tenemos a un némesis que no busca el trillado objetivo de destruir el mundo, que carga con el peso de sus acciones y que, por sobre todas las cosas, en su intelecto y búsqueda supera a los Avengers. Factores que no borran del plano el hecho de que se trata de un genocida, y no hay justificación alguna ante ello, pero sus motivaciones y discurso detrás presentan una inteligencia y carácter honorable que, de momento, los Avengers están lejos de alcanzar o comprender.
La idea de Thanos es eliminar a la superpoblación que padece el universo, exterminar la humanidad como el germen que es, pero sin hacer distinción alguna entre razas o posición social, sino dejando la elección de exterminio al azar para acabar con la mitad de la civilización. Es así como de manera arriesgada y shockeante se puede atestiguar la eliminación de medio reparto con personajes icónicos como Bucky, Strange o Spider-Man (Tom Holland), éste último con la escena más desgarradora que lo muestra como el niño que es con temor a morir. Si bien la idea del genocidio es aberrante, hay una verdad intrínseca que solo Thanos pareciera entender de que los humanos son el problema en la ecuación. Lo condenable reside en que nadie es quien para ocupar un lugar por encima del resto para decidir o hacer algo al respecto. Un claro ejemplo de que el fin no justifica los medios.
Sin embargo, gracias a su poderosa presencia que se roba la admiración con cada minuto en pantalla y el enfoque que indaga en su trasfondo, Thanos se convierte en el personaje sustancial que debía ser y también el villano más terrenal (si bien su poderío y motivaciones abarcan a todo el cosmos). Todo el arco que abarca su conflictiva relación con su “hija” Gamora (Zoe Saldana) aprovecha y desarrolla a ambos personajes, ofreciéndole también a ella por única vez un rol y lugar sumamente relevante. La vida de Gamora, ofrecida como sacrificio en pos adquirir una de las seis gemas del infinito que le otorgarán el poder para cumplir su cometido, humaniza al villano con el dolor que conlleva darle fin a ella.
¿Las acciones y consecuencias de Thanos son extremistas? Por supuesto que lo son. Pero las mismas son resultado de un entendimiento alcanzado que los supuestos salvadores del mundo no pueden ni conciben la posibilidad de tenerlo. Algo similar a lo que ocurría con las intenciones de otro personaje del mundo del cómic como Ozymandias en Watchmen. Sacrificando a la única persona que ama, Thanos demuestra la insignificancia de las personas en relación a lo que en verdad está en juego: la salvación de todo el universo.
Los Avengers, heroicos y altruistas en su deber, engloban en sus hazañas la falsa idea de que el salvar vidas implica proteger al mundo. Un ejemplo más que claro de lo importantes que nos creemos, de la imposibilidad de saber soltar y del accionar egoísta manejado, lo cual es más que entendible que también le ocurra a los seres más poderosos. Cuando en realidad no somos más que una simple mota de polvo flotando en la inmensidad del espacio y con la capacidad suficiente para que cada día que pasa atentemos más contra el mundo en que vivimos. Es por ello que toda la intensidad y el sufrimiento ocasionado por Thanos choca y repercute fuertemente contra el tensionado espectador que puede atestiguar la conclusión de 10 años de historia cinematográfica. Y lo hace en la forma de una crisis de proporciones épicas donde el antagonista es quien sale triunfador. Todo lo que acontezca después de esto, por más de los regresos y ajusticiamientos que los grandes héroes logren, no será lo mismo. Volver atrás no es una opción, por más gema del tiempo que se posea.
Este film no es el punto culminante de la saga, y muy probablemente nunca haya uno. Pero en cierta forma logra marcar la diferencia de manera arriesgada, dejando consigo pensamientos y discursos que enriquecen aún más la experiencia, evitando ir por el camino fácil al que podría tomar un típico y espectacular tanque de Hollywood. Un film ejemplo de la épica moderna y que representa todo lo que por años fue una idea, una promesa. Es todo lo que tenía que ser… y más. En algún rincón de la galaxia Thanos sonríe triunfante, y nosotros junto a él por la más brillante y poderosa gema del infinito que es Avengers: Infinity War.